viernes, 4 de octubre de 2019

Tras las huellas de san Francisco en la Semana Santa de Salamanca

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F. Javier Blázquez

Detalle del Abrazo de san Francisco al crucificado, pintado por Ribalta en 1620. Museo de Bellas Artes de Valencia

04 de octubre de 2019

Hoy celebramos el aniversario del tránsito de san Francisco, el santo del que dicen se asemejó más que nadie a Cristo. El ejemplo y carisma que el Poverello de Asís supo imprimir a la gran familia franciscana han fructificado en innumerables obras que se extienden a lo largo del tiempo y la inmensidad de los continentes. Millones de cristianos, desde principios del siglo XIII, han seguido las huellas de san Francisco en pos de una vida más humanamente cristiana, porque esa es a fin de cuentas la gran aportación de este hombre, pequeño de estatura y no muy agraciado físicamente, según puede desprenderse del retrato post mortem que siguiendo la descripción de Tomasso da Celano realizó el maestro Cimabue. En aquellos tiempos que la terribilitá divina era la manera de entender a Dios todopoderoso, el juez implacable que nada malo dejaba sin castigar, llega este revolucionario y cambia de manera radical la relación entre el hombre y Dios. Mirando a Cristo crucificado, tantas veces en San Damián, Francesco descubre el empequeñecimiento de Dios cuando este se incorpora a la historia de la humanidad como uno de tantos. Se hizo historia, entró el tiempo, nació y padeció y murió y resucitó en la Palestina romana. La encarnación lo había cambiado todo. Mirar al Hombre como él supo mirarlo hizo posible que cambiasen muchas cosas y poco a poco, salvando enormes dificultades, el espíritu de Asís fuera abriéndose camino en el seno de la Iglesia. No se puede seguir a Cristo dejando a un lado al hombre, porque la humanidad de Dios lo había impregnado todo.

Los caminos que el santo había hollado por la Toscana nunca han dejado de ser recorridos. Allí donde hay que redimir al hombre brotan una y otra vez las florecillas de san Francisco. Miles de obras repartidas por doquier, muchas de ellas cofradías, perpetúan la memoria del santo que todo lo cambió. Sin ir más lejos, la cuarta parte de las cofradías salmantinas de Semana Santa, considerando solo las de la capital, tienen un origen franciscano. Vera Cruz, Jesús Nazareno, Cristo de la Agonía y Franciscana germinan desde el sustrato seráfico. Por ello hoy están de fiesta, lo celebren o no. Hoy es el día de la reviviscencia primordial, del recuerdo que alienta la praxis de su carisma. Estas cofradías nacieron en el espíritu franciscano, vinculado ineludiblemente a la acción humanitaria y al ejercicio de las devociones que conmueven al contemplar la Pasión del Señor en la tierra santa que él quiso pisar y regar con sus lágrimas, porque era hombre, y con la sangre del sacrificio, porque era redentor.

Hoy festejamos el tránsito de san Francisco y su voz dulce y sosegada invita una y otra vez al seguimiento de Cristo mirando a la humanidad, sobre todo a esa parte que clama doliente. Nacer y crecer en el convento de San Francisco o en los capuchinos, vivir bajo el amparo de las religiosas franciscanas, en Santa Úrsula o la Purísima Concepción, marca indeleblemente, imprime carácter en la terminología sacramental. Exige un compromiso al que no se puede renunciar so pena de traicionar el aliento que inspiró el primero de sus vagidos. Nuestras cofradías franciscanas, lo digan o no, están de fiesta, con todo lo que conlleva.

Feliz día de san Francisco.


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