miércoles, 11 de diciembre de 2019

La Salamanca que vivió la primera madrugada de la Hermandad Dominicana

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Fernando Benito

Imagen histórica de la procesión de la Hermandad Dominicana, que ha conmemorado en 2019 su 75 aniversario

11 de diciembre de 2019

A José Adrián Cornejo García, 
por muchos motivos.

Con la creación en 1942 de la Junta de Semana Santa y el obispo Francisco Barbado Viejo recién instalado en la ciudad en 1943, en Salamanca se llevó a cabo un impulso de la Semana Santa que renovó el ámbito procesional en la primera mitad de la década. Uno de los elementos que contribuyeron a ese impulso fue la creación de la Hermandad Dominicana del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y su salida procesional en 1944. En el contexto general, Salamanca era una ciudad salida hacía apenas un lustro de una guerra civil en la que había tomado parte simbólica importante. Entonces el Paseo de las Carmelitas era ya la Avenida de Alemania, y el centro neurálgico del comercio salmantino, la calle Toro, se denominaba, desde 1937, calle del Generalísimo Franco.

Era, por tanto, una ciudad típica de la posguerra autárquica española marcada por un notable desarrollo de la sociedad industrial y artesanal anterior a los cambios socioeconómicos que habrían de llevarse a cabo en nuestro país a partir de los años 60. Pero además era, precisamente en 1944, una ciudad en completa transformación urbanística, donde se asiste al nacimiento de la planificación de barrios (Senabre dixit) y, muy cerca del convento dominico, a los primeros pasos para desarrollar la Gran Vía tal y como hoy la conocemos, arteria fundamental de la ciudad en las décadas siguientes.

He querido acercarme a esa Salamanca a través de los anunciantes que quisieron patrocinar aquel año la revista de la Semana Santa salmantina, Christus. El número de ese año contaba con 64 anuncios y lo primero que llama la atención es que esta cantidad se divide a partes iguales entre los anunciantes de la capital y los de la provincia. El número de anuncios cuyos negocios se ubicaban en la ciudad de Salamanca era, exactamente, igual a la suma de aquellos ubicados en Béjar-Hervás (quince anunciantes), Peñaranda (diez) y Ciudad Rodrigo (seis).

Esta notable presencia del comercio de los principales núcleos de la provincia alude a una complicidad entre Salamanca y la provincia entonces aún vigente y heredada de momentos históricos en los que el peso de la provincia en la capital se dejaba sentir económicamente. No en vano, el censo de 1940 daba unos 350.000 habitantes para la provincia de los que tan solo la quinta parte estaba en la capital. Evidentemente sobresalían los anuncios de fábricas de tejidos y lanas en Béjar, ámbito al que pertenecían hasta diez de los anuncios, incluyéndose entre ellos una fábrica de boinas y una sastrería. También en la capital hallará eco este sector productivo, con casi otra decena de comercios vinculados al textil (camiserías, sastres, pañería, etc.).

Mayor diversificación había, a juzgar por los anuncios, en Peñaranda y Ciudad Rodrigo. Sin embargo, será en la capital donde se perciba un mayor número de negocios, dándose asimismo una notable diversidad. Aparte de los ya aludidos de tejidos y sastrería, destacan varias fábricas (Mirat, Electra de Salamanca, otra de materiales de construcción, otra de harinas); dos talleres (uno de ebanistería y otro de construcciones artísticas) y un decorador escultor; tres talleres de carrocerías; otros tres de reparaciones eléctricas; uno de banca y otro de cobro de créditos morosos y asesoría jurídica; dos almacenes (uno de patatas y ultramarinos y otro general); dos droguerías, una ferretería y una mercería y, simbólicamente, un representante de coñac y jerez. Por último, y a la vanguardia de las nuevas tecnologías de la cultura, se anuncian un reparador de máquinas de escribir y una librería (religiosa).

La realidad era más compleja, pero considero que resulta significativo lo expuesto. Apenas está presente la hostelería entre los anunciantes (tan solo figuraban tres bares y estaban en Peñaranda y Ciudad Rodrigo). Aún no se ha producido el desarrollo de los servicios que caracteriza a la Salamanca de las últimas décadas. Y, finalmente, como símbolo de todo lo anterior, sorprende encontrarse con los nombres propios de los dueños como marcas comerciales, reforzada esta visión de la empresa, además, por la tradicional incorporación a la marca de expresiones como "Hijos de", "Viuda de", "Hijo y sucesor de" o "e Hijos".

En cuanto a la distribución comercial que podemos dibujar de los anunciantes del número de Christus de 1944, resulta que más de la mitad de las 32 ubicaciones de los comercios anunciados en la capital se hallaban en torno a la Plaza Mayor y el barrio del Conejal, a saber: Plaza Mayor (tres anunciantes), calle del Prior (otros tres), plaza Poeta Iglesias (un anunciante), calle del Doctor Piñuela (otro anunciante), calle del Pozo Amarillo (otros dos), Generalísimo Franco (cinco anunciantes) y calle Zamora (otros cuatro). Evidentemente se trataba, como se adivinará, por aquellos que con mayor facilidad llevarían a cabo su trabajo en esta zona de la ciudad: servicios o comercios de sastrería, camisería, tejidos y confecciones, banca y asesoría jurídica, droguería y perfumería, ultramarinos y almacenes en general, etc.

En una ciudad en plena transformación en 1944, la Hermandad Dominicana del Cristo de la Buena Muerte contribuía, pues, a impulsar aquella transformación general de la ciudad. Han pasado 75 años y bueno sería volver a establecer cierta correspondencia entre la situación actual de Salamanca y su Semana Santa y el papel de la Hermandad Dominicana. Tras estos 75 años, ¿qué novedades aporta esta cofradía a la Semana Santa de Salamanca que no estuvieran ya en sus primeros años a mediados de los años 40?


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