viernes, 13 de diciembre de 2019

Sobre el fondo y la forma en la identidad imaginera

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Paco Gómez

Boceto de la Santa Cena de la Archicofradía del Rosario, junto a la talla de Jesús de la Redención | Foto: Óscar García

13 de diciembre de 2019

Y dejar de frontera solo el aire
(Jorge Debravo)

Si no ocurre nada, digamos, fuera de lo normal, esta próxima Semana Santa de Salamanca pasará a la historia, entre otras cosas, por la salida a la calle por primera vez con carácter penitencial de la Archicofradía del Rosario. Su llegada a nuestras procesiones supone también la incorporación al acervo cofrade de la ciudad de las tallas de José Antonio Navarro Arteaga, una de las firmas más respetadas en la imaginería religiosa de Andalucía.

Por el momento, según apuntan todas las informaciones, en la tarde del Jueves Santo veremos en solitario a Jesús de la Redención, figura central y primer paso en el largo camino de lo que será un futuro conjunto de la Santa Cena. Además, en las próximas semanas serán presentadas por la Archicofradía en sociedad y bendecidas dos tallas más llamadas a formar una conversación sacra, aunque por el momento no integrarán la estación de penitencia: María Santísima del Dulce Nombre y San Juan Evangelista, todas ellas salidas del taller sevillano de Arteaga.

La incorporación de este patrimonio escultórico de la mano de uno de los autores más influyentes del momento, viene a sumarse a una línea abierta con la llegada en la última década a Salamanca de las imágenes de Nuestro Padre Jesús Despojado y de María Santísima de la Caridad y del Consuelo, ambas de otro de los imagineros de referencia, Francisco Romero Zafra, y reabre un debate recurrente sobre la identidad de las semanas santas a través del estilo de sus obras artísticas.

La identidad, sin embargo, es siempre un criterio discutible y discutido, más en una Semana Santa tan heterogénea como la nuestra en la que, por lo demás, no han sido ajenas las modas o las influencias de los núcleos escultóricos preponderantes en cada momento.

Con todo, no faltan voces que entienden que la imaginería salmantina se ha caracterizado, pese a su diversidad, por una marcada sobriedad y por la ausencia de excesos barrocos que sí entraron de lleno en otras realizaciones procesionales de otras latitudes. Estilo que, a juicio de esta visión, convendría respetar en el siglo XXI.

Ocurre que, como en casi todo proceso social, es realmente complicado marcar una línea, una frontera. Salmantinos son los pasos de Carnicero, obviamente. Salmantinos son los crucificados de Bernardo Pérez de Robles y, sin embargo, hubo un tiempo en que algunas de sus obras se consideraron próximas al taller (e incluso la mano) de Juan Martínez Montañés, el dios sevillano de la madera. Por salmantinos tenemos a nuestras cumbres artísticas, Jesús Flagelado y La Piedad, realizadas por un vallisoletano formado en Madrid. Salmantinos son los pasos de Damián Villar aunque miran con mayor o menor descaro al sur y salmantinos son los pasos de González Macías en su modernidad. Una galería diversa como la propia historia del arte rematada por el impresionante Cristo de la Humildad de Mayoral, un paso hecho en Salamanca por un salmantino… de Extremadura.

Con Romero Zafra y Navarro Arteaga nos llegan unos rasgos hasta ahora poco presentes en Salamanca. Cristos hebraicos de líneas estilizadas; un estilo de dolorosa joven, dulce, contenida…  No veo el problema.

Hace unas semanas tuve la oportunidad de visitar en su taller a Arteaga mientras se afanaba con precisión de relojero en el cabello del futuro San Juan Evangelista de Salamanca y mantuvimos una interesante conversación a propósito de estilos e identidades. Para él, encontrar un punto de intersección entre la escuela andaluza y la castellana y leonesa no es ni mucho menos imposible, al fin y al cabo mayoritariamente proceden del tronco común de la visión barroca del arte. Pero incluso aunque lo fuera, no dejaría de ser una cuestión de forma. Lo otro es lo que pesa. "Me da igual el costal que el hombro, me dan igual unos rasgos que otros, lo importante es pensar que ante estas imágenes se va a rezar, como yo he rezado ante ellas". Palabra de escultor. Ese es el aire que llena los pulmones cofrades en cualquier rincón, en cualquier lugar. Y poner fronteras al aire es muy complicado.


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