lunes, 9 de diciembre de 2019

Presencia y permanencia

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Tomás González Blázquez

La Capilla de los Dolores, en la Vera Cruz, acoge en el sagrario la reserva del Santísimo Sacramento | Foto: TGB

09 de diciembre de 2019

En poco espacio cabe todo. Lo reservado, lo guardado, lo discretamente presente, se muestra como lo esencial. Consecuencia de lo celebrado en el altar, el sagrario custodia el pan eucarístico, con la finalidad de que más adelante alimente a otros, en especial a los enfermos y agonizantes, y de que en torno a Él, al mismo Jesús, se ore y se comparta, se le adore y se le acompañe. Desde hace un par de meses, con acierto dada la nueva orientación cultual y cultural de la Capilla de la Vera Cruz, el Santísimo Sacramento está reservado en la estancia anexa, la Capilla de los Dolores, no obstante más integrada en el conjunto desde la supresión de la reja que la delimitaba. Aquel lugar, siempre privilegiado para rezar, queda enriquecido con el sagrario. En los últimos dos años también ha sido el elegido para el monumento tras la Misa de la Cena del Señor en el Jueves Santo.

Esta presencia, la presencia real y verdadera de Cristo, dialoga en la Vera Cruz y en cada iglesia con las representaciones de Jesús, de María y de los santos. Los sagrarios y las imágenes sagradas. Con gradación pero sin contradicción siempre que se cuide la manera de preparar los espacios y adecuar los momentos para orar con ellos. Junto a la idea de presencia, este adviento me resuena mucho otro concepto, el de permanencia, y reconozco en la Madre, la Virgen fiel, su mejor explicación. Ella estaba. Está. Como la Dolorosa que, en segundo plano, se pone tras el fruto bendito de su vientre que sigue fructificando en el sagrario. Su permanencia, su estar al pie del pesebre, al pie de la cruz, al pie del sagrario, nos enseña a esperar, lección pendiente de cada adviento.

Presencia y permanencia son una constante necesidad en un tiempo hecho a la medida de las frases impactantes y los proyectos fugaces. Estar y permanecer no suele ser noticia, y no pocas veces se confunde con sumarse cómodamente a la mayoría, o con ejercer sin más de anónimo miembro de un informe rebaño, porque su vínculo auténtico lo mantiene con las razones primeras, con lo que de verdad pesa. Por ejemplo, en lo personal, los motivos por los que un día me apunté a una cofradía no puedo olvidarlos el día en que se me pase por la cabeza desapuntarme para dejar de estar presente y permanecer. Los necesitaré para decidir. O en lo institucional, los motivos por los que nació esa procesión o se fundó aquella hermandad no deben ignorarse si se van a modificar determinados aspectos del desfile o de los estatutos, porque se corre el riesgo de que la presencia se diluya y la permanencia se resienta. No se trata de inmovilismo, sino de coherencia y fidelidad.

Presente, como no podría ser de otra manera, Jesús en el sagrario de la Vera Cruz, su presencia requiere una permanencia junto a Él. Perdida la inmensa gracia de contar con un templo abierto nueve horas al día y con la exposición permanente del Santísimo, corresponde ahora aprovechar la gran oportunidad de la apertura del templo, con el apoyo del Ayuntamiento de Salamanca, para que no sea un lugar para ser visitado donde además se puede rezar, sino un lugar donde se reza que además puede visitarse. Junto al innegable potencial evangelizador de una visita guiada y orientada hacia la persona de Jesús, la oración de una cofradía en su sede, más allá de los cultos estrictamente reglamentarios, ensancharía el horario de apertura del templo y, sobre todo, los frutos de esa presencia en los que permanecen.

Otro reto, no alejado, las presencias que van dejando de serlo: las Bernardas, las Úrsulas, las Claras, las Esclavas del Santísimo… ¿Cómo lograr que permanezca la vida contemplativa en el corazón de la ciudad y de la diócesis? Dejando que sople el Espíritu, que lo hace como quiere y donde quiere. ¿No coincidieron las desapariciones de las cofradías del Carmen y de San Juan de Sahagún, hace cinco décadas, con la aparición de una nueva hermandad en el Arrabal? ¿No podría llegar a Salamanca una nueva comunidad de religiosas cuando otras están terminando su admirable camino, de varios siglos en algunos casos? No es imposible que permanezca la vida contemplativa con nuevas formas de presencia. Mientras muchos monasterios se cierran, algunos se fundan.

Finalmente, a modo de apunte, me interroga la presencia de "la Semana Santa", ese término que engloba a las cofradías, a sus actos pasionales, a las devociones que promueven, a la cultura que las envuelve y al entorno más o menos próximo al fenómeno semanasantero local. Se trata de una presencia significativa en Salamanca, cada vez menos estacional y cada vez más ligada al producto turístico que ofrece nuestra ciudad. Los de dentro vemos luces y sombras. Los de fuera, también. Pero no las mismas. Como el adviento tiene tres horizontes, la venida histórica de Jesús en la Navidad, la venida actual a cada uno de nosotros y la venida futura y final en su Gloria, también esta presencia nos permite intuir varios itinerarios: el de una Semana Santa mejor organizada, cuidada, vistosa y estética, decididamente bella; el de una Semana Santa más unida, moderada, sencilla, familiar, decididamente auténtica; el de una Semana Santa con la que se identifique la comunidad de los creyentes salmantinos no cofrades porque la sientan suya, y con la que también se identifiquen los salmantinos no creyentes y los turistas que nos visitan porque se dejen interpelar por su belleza y por su autenticidad. Es posible que haya que recorrerlos todos para permanecer. Porque ningún camino es ajeno a la misión de anunciar al siempre presente.


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