viernes, 8 de mayo de 2020

Europeísmo procesional

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Tomás González Blázquez

Procesión del Entierro del Señor en Braga

08 de mayo de 2020

Europa tiene su día, el 9 de mayo, pero como es laborable ni nos enteramos. Lo de unir el carbón y el acero de franceses y alemanes allá por 1950, que es lo que se recuerda, no ha calado como festividad. Por iniciativa papal, también tiene seis patronos, desde los eslavos Cirilo y Metodio hasta Edith Stein (luego Teresa B. de la Cruz) pasando por san Benito de Nursia, santa Brígida de Suecia y santa Catalina de Siena, aunque no demasiado celebrados en nuestras liturgias hispánicas. No pensamos en Europa, y debiéramos, como un proyecto de raíz cristiana. Desnaturalizado, que no por conservar la raíz iba a ser una Europa menos plural y menos respetuosa con los no cristianos, sino todo lo contrario, el proyecto sufre, se diluye y peligra. Entonces, ahora, se aprecian más que nunca las diferencias, las desigualdades, y hasta las diversas maneras de cuidar las libertades, algunas ciertamente curiosas. La bandera azul, la de las doce estrellas que no son otra cosa que la corona de María, la mujer del Apocalipsis, ondea en la media asta de las incertidumbres y, por desgracia, también a causa de un luto justo e ineludible.

Sabemos que nuestra tradición procesional de los días de Pasión se consolidó en varios de los antiguos territorios del Imperio Español en América y otras latitudes, pero no miramos tanto a las celebraciones que se conservan en diferentes puntos de Europa. Comenzando por el vecino Portugal, es justo detenerse en la Semana Santa de Braga, enriquecida desde hace siglos por un rito litúrgico propio que custodia dos procesiones genuinas por las naves de su catedral: la Procesión Teofórica del Entierro al terminar la celebración del Viernes Santo, en la que se introduce el Santísimo Sacramento en un féretro, se cubre con un manto negro y es llevado bajo palio entre cantos de lamentación; y la Procesión de Resurrección, al acabar la Vigilia Pascual, en la que igualmente se conduce al Santísimo pero en la custodia. Las calles bracarenses acogen desfiles desde el Sábado de Pasión, cuando tiene lugar el Traslado del Senhor dos Passos y su vía crucis. El Domingo de Ramos es la Procesión de los Pasos, en la que esa imagen de Cristo con la cruz a cuestas se encuentra con la Virgen de los Dolores. Muy original resulta el acto del Miércoles Santo, un cortejo bíblico bajo el lema "Vosotros seréis mi pueblo" que repasa la Historia de la Salvación sin olvidar las prefiguraciones de la Pasión en el Antiguo Testamento. Es conocida con el nombre popular de Nossa Senhora da burrinha, pues se representa la Huida a Egipto. Para el Jueves Santo queda la Procesión del Ecce Homo, que desarrolla iconográficamente la misericordia divina y se caracteriza por las antorchas o fogaréus que portan unos penitentes, los farricocos (otros llevan matracas); y para el Viernes la del Entierro, en la que los farricocos no hacen sonar ya las matracas, las banderas se arrastran en señal de luto y el Cristo yacente es acompañado bajo palio.

La presencia histórica de la Corona de Aragón en las regiones italianas la evocan con singularidad algunas procesiones como las de Sicilia. Por ejemplo, en Trapani sobresale la de los Misterios, que parte de la iglesia de las Ánimas del Purgatorio a las dos de la tarde del Viernes Santo y se prolonga durante veinticuatro horas. Los massari, portadores de las andas, llevan al ritmo de la música dieciocho grupos escultóricos de los siglos XVII y XVIII (algunos rehechos tras la Segunda Guerra Mundial), y además salen los iconos pictóricos del Cristo Muerto y la Addolorata. Cerdeña ofrece también desfiles, como los de Cagliari, organizados por cuatro fraternidades, y en la Italia continental destacan la Semana Santa de Tarento, con una puja el Domingo de Ramos entre las dos parroquias principales, o la de Sorrento y sus procesiones Bianca y Nera.

Por su parte, ya en Francia, es significativa la celebración de Perpiñán. Se atribuye a san Vicente Ferrer el origen de la procesión de la Sanch (de la Sangre), que se remonta a 1416. En la isla de Córcega nos encontramos con la procesión de Catenacciu en Sartène. En la noche del Viernes Santo, desde la iglesia de Santa María, el penitente rouge, por el color encarnado de su túnica, emprende un recorrido de casi dos kilómetros soportando anónimamente una cruz que pesa unos treinta kilogramos y auxiliado por un cireneo, también con el rostro cubierto. Arrastra en los pies cadenas, de ahí su nombre, cae tres veces durante el itinerario y precede a una imagen de Cristo muerto extendida sobre un blanco sudario y cubierto por negro palio, mientras los fieles corsos cantan "Perdono, mio Dio, / mio Dio perdono, / perdono Dio mio, / perdono è pietà".


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