lunes, 4 de mayo de 2020

Le dieron su nombre

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F. Javier Blázquez

Francisco Rodríguez Pascual en un retrato al carbón realizado en 1958 por el prestigioso ilustrador y muralista Maximino Cerezo Barredo, su hermano en la congregación claretiana

04 de mayo de 2020

Ha vuelto estos días a mi pensamiento, con intensidad, el nombre de Francisco Rodríguez Pascual. En parte por el recuerdo de su partida, todos los años el 22 de abril, en parte también porque en el forzado paréntesis que el confinamiento ha impuesto a nuestras vidas y actividad ha quedado incluida la concesión del galardón que lleva su nombre. En la intención de la Tertulia Cofrade Pasión, la entidad otorgante, editora esta publicación, está normalizar el curso en cuanto se pueda y dar continuidad al único acto que ha estado vigente durante sus treinta años de existencia.

Al hilo de lo anterior, por eso de que la palabra escrita permanece, quisiera dejar constancia de dos nombres que en su día fueron clave para recordar, al margen de sus publicaciones, al eximio antropólogo. Gracias a ellos, trece años después, don Francisco sigue muy presente entre nosotros, como los grandes, que se quedan permanentemente.

En primer lugar, está el nombre de Carlos Ferrero Duque. Había ingresado en la Tertulia sin haberse cumplido todavía el medio año del fallecimiento de Rodríguez Pascual. Y sin haberle conocido personalmente, en la primera asamblea que participó como asociado, propuso que, como se hablaba tanto de él, podría designarse con su nombre el galardón que se entregaba cada año. Fue una idea sencillamente genial, porque nadie como el carbajalino había defendido tanto la religiosidad popular desde los ámbitos académico y divulgativo. Además, él había recibido ese mismo galardón en 1997 y participado como socio de la Tertulia durante los siete últimos años de su vida. Darle su nombre al galardón servía para recordar su nombre continuamente y para prestigiar ese reconocimiento anual a la persona o institución que haya destacado por su trabajo en favor de la religiosidad popular en el ámbito específico de la Semana Santa.

En 2008 se entregó el primer galardón bajo tal denominación, precisamente, a un paisano suyo, otro salmantino de Zamora, como gustaba decir el viejo profesor. Era Luis Felipe Delgado de Castro, la segunda persona cuyo nombre quiero dejar escrito en esta columna. A él, tengo el gusto de conocer y de tratar con continuidad desde finales de 2001, cuando literalmente le asalté en su despacho de la Diputación de Salamanca para que Zamora estuviera representada en el homenaje que la Tertulia quiso rendir, con motivo de su jubilación académica, a Francisco Rodríguez Pascual. Quien por cargo debió estar, de apellido ilustre en el juego de palabras que los zamoranos hacen con la letra p, nos había dado plantón y Delgado de Castro hubo de improvisar un discurso de maestro para dejar constancia de que los afectos también llegaban desde la capital del Duero.

Al año de haber fallecido don Francisco, en uno de esos inolvidables encuentros de charla y café, le comente a Luis Felipe la idea, inviable económicamente, de recoger el lado humano de Rodríguez Pascual en una publicación centrada en el recuerdo que dejó en un grupo representativo de las personas que convivieron con él, para que quedase escrito aquello que de no hacerlo el tiempo terminaría por difuminar. Y fue Luis Felipe quien al momento me pidió que empezara a realizarlo, que de gestionar el patrocinio ya se encargaba él. Y así fue. El libro Francisco Rodríguez Pascual, siempre en el recuerdo salió publicado en 2009 y sirvió para recordar la faceta más humana de quien da nombre al galardón anual de la Tertulia Cofrade Pasión.


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