miércoles, 7 de octubre de 2020

Virus y cofradías

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 J. M. Ferreira Cunquero

Farol y antorchas, Hermandad Franciscana. Foto: M. López Martín
  

La pandemia que acecha con virulencia a todos los estamentos sociales, no deja ajenas a las cofradías. La suspensión de las procesiones y los actos cofradieros podrían considerarse como el gran y único problema si hacemos un análisis de la situación que no vaya más allá de lo aparente.

No hay que ser un portentoso adivino para vaticinar que es más que posible que las marchas penitenciales sean prohibidas en la próxima Semana Santa. Y si las procesiones son, en esencia, el único vínculo que ata con cierta consistencia a muchos nazarenos a este tipo de organizaciones de la religiosidad popular, ¿no serán estos tiempos proclives a un alejamiento de las cofradías que nos haga regresar a épocas pretéritas que, por desastrosas, son inolvidables?

Este puede ser ese momento histórico en el que, a través del nuevo Presidente de la Junta de Semana Santa de Salamanca, aunemos esfuerzos para poder atajar con diligencia las invisibles tempestades que pueden estar llegando.

La unión del mundo cofrade debería ser el claro y primordial objetivo de esta nueva época, que lentamente y en silencio podría llevarnos al precipicio de una más que posible y despiadada crisis cofrade.

Las parafernalias turísticas y todo el entramado que las fecunda, deben regresar a las parcelas políticas del gremio, para que nuestro ímpetu se ajuste exclusivamente a esa búsqueda de sugerencias imaginativas que nos puedan salvar del fuego.

 

 


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