03-02-2021
¿De qué vamos a hablar que no sea la suspensión de las procesiones? ¿Es que hay algo en estos momentos que sea más importante para debatir dentro de las cofradías?
Seguir esperando a tomar la decisión que declare suspendidas las procesiones en toda la comunidad, creo que, a estas alturas, ya no condiciona nada. Estoy convencido de que todos estamos ya en esa sintonía de aceptar la evidencia. El virus de momento sigue conquistando cacho en todos los espacios sociales y sería un contrasentido que nos metiésemos en un juego parecido al de salvar la Navidad, como si el nacimiento de la esperanza cristiana estuviese condicionado por las zarandajas turísticas y los podridos intereses políticos más chafarderos.
Incluso con autorización gubernamental turístico festiva de última hora, personalmente tengo decidido que no sacaré del baúl mi hábito, por pura coherencia. Al mismo tiempo me propongo celebrar la Semana Santa con la máxima ilusión, pues se acerca la luz esperanzadora de quien resucita por nosotros.
Por supuesto que mi mirada seguirá prendida en Tierra Santa, donde sé de primera mano que quienes son hermanos míos viven una lamentable situación por defender mi fe, y claro, si son parte de mi familia cristiana, debo estar obligado a paliar, en la medida que pueda, ese grito que llega incesante desde la tierra de Cristo.
Escuchar a la ministra de la cosa del turismo que se salvará la semana santa (en minúsculas anti clericales) me ha desplegado un incontenible ataque de ira que, unido al del salvamento de la navidad (que tuvimos en minúsculas paganas), me está haciendo pensar que estamos en manos de una banda de trileros compinchados para seguir dándonos el timo.
Así que, dada la situación, intentaremos acomodar la antesala del corazón para la llegada del Esperado. Lo demás, en estos momentos tan duros, accesorio e intrascendente…
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