Dentro de un par de días finaliza el plazo para inscribirse en el «II Curso de Formación Cofrade» que se desarrollará, en su versión extendida, durante las tardes de los días 18 a 23 de este mes de mayo, es decir, en unos días.
Un curso abierto a directivos de hermandades y cualquier cofrade interesado. Algo a tener en cuenta ya que, desde la aprobación de las Normas de Cofradías de la Diócesis de Salamanca y según su artículo 52, es requisito imprescindible para poder formar parte de una junta de gobierno o directiva cofrade en cualquiera de sus cargos «de peso».
Sigo alabando el interés y la dedicación de la Coordinadora Diocesana de Cofradías –sobre todo de quienes están al pie del cañón– por que tengamos acceso a una formación como Dios manda (válgame el guiño), estructurada en varios bloques temáticos. Sí, temáticos, pues giran en torno a la fe y su interpretación desde la liturgia, la vida de hermandad, la identidad cofrade y la pastoral. Todo ello necesario, por supuesto. Que las carencias que mostramos casi todos los cofrades (más los que se quedaron en las barrocas formas preconciliares y ven en lo tridentino una Iglesia como debe ser), son ese gran hueco formativo que ninguna catequesis supo o pudo rellenar. Por eso, esta formación en valores cristianos por la que deben pasar quienes hagan el curso es no solo conveniente sino necesaria. Porque todos debemos saber dónde estamos y que, al igual que en un club de petanca uno debe conocer las reglas que lo rigen además de saber lanzar las bolas con mayor o menor habilidad, en esto nuestro esa «habilidad» (igual da llevar un cirio que llevar un paso sobre los hombros) todos nos la damos por supuesta en mayor o menor medida, pero fallamos en el conocimiento y cumplimiento del marco reglamentario que nos agrupa y diferencia de otras «disciplinas deportivas».
Está muy bien, digo, formarse en aspectos cristianos, pero no deberíamos olvidar (y creo que me repito haciendo este comentario) esos otros aspectos, mucho más mundanos, con los que cualquiera que entre a dirigir una cofradía se va a enfrentar desde el primer momento y que van a condicionar su vida directiva bastante más que aquellos otros aspectos formativos –imprescindibles, por supuesto– en los que se hace hincapié en el curso que ahora se ofrece. Algunos temas deberían tener en cuenta cuestiones que afectan directamente al día a día de un hermano mayor (representación, imagen pública de la cofradía, relaciones con instituciones o coordinación general), de las secretarías (actas, archivos, redacción de documentos, relaciones…), de las tesorerías (contabilidades, relaciones con la hacienda pública, gestión de cobros y facturas…) o de las diferentes vocalías, desde las de Juventud y Formación hasta las más visibles de Material o Custodia del mismo; incluso las de Cultos, en las que hay que aplicar aspectos básicos de organización de actividades que se escapan de estos interesantes temas formativos del programa. Aspectos cofrades que no debemos obviar y que quizá se salgan del área concreta correspondiente a la Coordinadora de Cofradías, pero que bien podría asumir de forma corresponsable la Junta de Semana Santa como órgano más relacionado con estos aspectos de organización y administración cofrades. Conste que no es más que una idea personal que no llega ni a sugerencia, pero aun así, ahí queda.
Sí. Echo de menos esa parte de formación cofrade más centrada en encarar el mundo del día a día, de gestionar y coordinar; de consensuar, apaciguar, ilusionar o simplemente saber llevar las riendas de una cofradía con el tacto necesario sabiendo que lo que se gestiona es un conjunto tan heterogéneo de personas. Capacidad de liderazgo y su buen uso o formación personal para que el cargo no se nos quede grande y, sobre todo, que aprendamos a no desmerecer dicho cargo (que ejemplos hay, desgraciadamente) dando argumentos a quienes están en nuestra contra, agazapados contra las cofradías y hermandades, dispuestos a atacarnos sin piedad en cuanto ven el menor de los resquicios.
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