lunes, 3 de enero de 2022

Despedida y bienvenida

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Félix Torres

Despedida en la Catedral de Salamanca de nuestro obispo Carlos
03-01-2022

No sé si, en su prolongada etapa como cabeza visible de la diócesis salmantina, Carlos López ha realizado visitas pastorales suficientes o por encima de la media, pero la sensación que me deja, y creo que es compartida, es que el obispo que ayer se despedía de la diócesis, que administró durante las últimas dos décadas, ha sido un obispo íntimo, de interior, intramuros o como quiera llamarse a alguien que, es mi sensación, digo, apenas se ha dejado ver por las calles de Salamanca y sus pueblos como un diocesano más (salvando las distancias), mezclándose con la gente y compartiendo con ellos alegrías y temores.

Esto me trae a la memoria a Julián Lanzarote, nuestro alcalde, quien en sus muy frecuentes paseos por las calles salmantinas se dejaba abordar por sus conciudadanos, dejaba que le contasen sus cuitas o sus alabanzas y charlaba con quien fuese, él o ella, más o menos tiempo en función de su agenda. Pero se paraba y hablaba. No le juzgo en el desempeño de su cargo (que podría y sería positivo) sino en su accesibilidad y cercanía.

Carlos, nuestro obispo, por lo que me han contado, es un hombre de biblioteca y reflexión. Una persona instruida por encima de la media, que siempre se ha desenvuelto bien entre legajos, libros y papeles, pero, y es impresión mía, apenas se dejaba ver por las calles de Salamanca y cuando se le veía, siempre me pareció distante, casi inaccesible. No quita que, por lo que me cuentan, en las distancias cortas, en el cara a cara, esa aparente frialdad desaparece y la conversación se ameniza agradablemente para quien desconoce esa faceta. Pero no todos podemos ir a las distancias cortas y eso es cortapisa. Igual que a Lanzarote, no le juzgo por el desempeño de su cargo (que también podría y, al menos en las cosas de la Semana Santa, sería…), sino en su aparente accesibilidad y lejanía.

Pues, como digo líneas arriba, don Carlos se despedía ayer de la que ha sido su diócesis durante los últimos dieciocho años, en una catedral con excelente presencia de administrados de toda condición, cosa que es motivo de júbilo, que doy por seguro atenderían expectantes, con el oído despierto y la atención en guardia, a la última de sus homilías desde la sede salmantina. No sé si será publicada, pero estaría encantado de poder echarle un vistazo, que ayer no pude asistir a esa misa y bien que lo siento.

Y ahora, en apenas media docena de días, monseñor Retana, para ese momento ya obispo de Ciudad Rodrigo, accederá a la cátedra de la Fortis Salmantina para administrarnos apostólicamente durante todo el tiempo que el Señor y su edad le permitan. Mi deseo es que sea para bien y para alegría de toda la diócesis salmantina… y civitatense.

El también abulense, como don Carlos, monseñor José Luis Retana vendrá a ejercer su ministerio –aunque deba compartirse con los mirobrigenses– y nosotros, expectantes, confiamos en que el tiempo que nos dedique sea suficiente como para sacar adelante, entre otras cuestiones que se me escapan como ignorante miembro del rebaño, esos proyectos de nuestra Semana Santa que aún están en el montón de los pendientes; como para hacer, por ejemplo, que despeguen definitivamente esas Normas Diocesanas de Cofradías, aplicándolas con rigor, sin temblores de pulso y, por supuesto, sin discriminaciones disculpadas ahora por el «mal funcionamiento» de los servicios de inteligencia.

Depositamos en monseñor Retana nuestra confianza cofrade y esperamos que muestre su cercanía con las cofradías, hermandades y congregaciones, pero no de forma institucional sino bajándose al terrazo de las casas de hermandad, compartiendo con dirigentes y dirigidos, para preocuparse (más allá de esa preocupación estéril y superficial de portada de periódico) por nuestros problemas y conflictos, y poner los medios con los que solucionar lo que de malo haya y hacer que nuestra Semana Santa despegue de una vez por todas más allá de ese casi lastre turístico internacional para que podamos vivirla en realidad y religiosidad.

Sean estas palabras, por tanto, mi despedida para Carlos López y mi bienvenida a José Luis Retana, en nombre propio y sin representar a nadie, con el deseo de que el Señor ilumine a ambos en cuanto a partir de ahora tienen por delante.

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