lunes, 7 de febrero de 2022

Por fin procesiones… y otros actos

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Félix Torres

Procesión. Cristo del Perdón | Foto: Alfonso Barco
07-02-2022

El sol de mediodía ha hecho florecer los manzanos silvestres de casa. Esto, con el invierno dejándose notar aún en Salamanca, es claro indicador de que la primavera se abre paso inexorablemente. Y al son que toca el calorcillo de este febrero loco, la Semana Santa cofrade comienza a despertar de su letargo. Largo letargo este que ha ralentizado nuestra actividad durante tantos meses que apenas alcanzo a tener recuerdo de cómo fueron las últimas procesiones. Una hibernación forzada por los acontecimientos que nos ha obligado a ralentizarnos, cuando no a dejar nuestras pasiones para mejores momentos.

Pues parece que esos momentos de mejoría ya se atisban en el calendario y como las flores de mis manzanos, el despertar de cofrades y cofradías aparece lentamente. Se inician los ensayos de las cargas, se abren las casas de hermandad, se programan cultos y actos y se comienza a ver vida más allá de ómicron. Y no solo porque lo diga quien aún preside nuestro gobierno regional, en declaraciones más o menos interesadas de una campaña electoral que ahora mira hacia este lado tantas veces ignorado por las administraciones públicas. Como tampoco es porque las mascarillas protectoras vean sus días contados –una vez más–, aunque algo tengan que ver en todo esto.

Las declaraciones públicas del presidente en funciones de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, aun siendo en un acto de partido para reclamar votos, son claras y estoy seguro de que hubieran sido las mismas fuese quien fuera el portavoz, que, en ocasiones, los políticos están más cerca unos de otros de lo que creen, aunque sea interesadamente. Las ciudades y pueblos de Castilla y de León van a celebrar sus procesiones de Semana Santa con seguridad (en todos los sentidos que queramos dar al término). Quizá las que fueran declaraciones valientes en otro contexto, ahora me parezcan más que oportunistas, pero, en todo caso, sean bienvenidas.

Y de presidente a presidente. El presidente de «nuestra» Junta, la de las cofradías salmantinas, Francisco Hernández Mateo, también se ha lanzado a la arena de la prensa local y ha manifestado su intención de llevar adelante lo que no pudo ser en los años anteriores. Habla de acuerdos entre hermanos mayores y de protocolos que aseguren el bienestar de quienes participemos en estos actos, pero, sobre todo, incide en que, esta vez sí, las procesiones se harán presentes en las calles salmantinas. No sabe aún cómo, si con mascarillas o con certificados sanitarios, si con pruebas inmunológicas fiables o quitando los faldones a los pasos para permitir la circulación del aire, si con limitaciones o sin ellas, pero estaremos en la calle.

Pues sea motivo de alegría y muestra de un pequeño avance hacia la normalidad que perdimos en aquel marzo de hace ya un par de años, que nos dejó a las puertas de nuestros templos con todo preparado y sin la posibilidad siquiera de recoger adecuadamente cuanto estaba dispuesto para salir en procesión. Que la responsabilidad que se nos presume sea bandera cuando recorramos las calles, pero que no signifique cortapisa en nuestros actos mientras vemos cómo otros hacen sayos de sus capas, amparados por una legislación pensada más en la economía que en la sanidad. Pues que sepan que nosotros también generamos economía, que somos tan cuidadosos como el que más y que, acatando cuantas normas se nos dicten desde cualquiera de las instancias adecuadas, estaremos en las calles renovando ese compromiso que no pudimos celebrar en los años anteriores.

Las flores de mis manzanos me dicen que la cuaresma está ahí y que mi amigo Paco Gómez va a poder pregonar, sin restricción de aforos, las tres semanas santas que le debemos, que los hombres y mujeres de la Coral Polifónica Ciudad de Salamanca nos deleitarán con un nuevo Miserere de Doyagüe en una catedral que ya lo echaba de menos, que volverán los cultos y actos cofrades, que las notas musicales de marchas cofrades inundarán nuestras calles, que las palmas y las campanillas volverán a llenar de alegría infantil nuestros dos domingos principales y que el señor obispo podrá estrenarse para contemplar la excelencia de nuestra piedad popular entre muros dorados, desde fuera y desde dentro.

Se acerca lo que esperamos y no quisiera volver a decepcionarme. No quisiéramos decepcionarnos. No quisiéramos decepcionar.

Que así sea.

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