El anuncio en un mitin del regreso de las procesiones deja ver la importancia de la Semana Santa y el maniqueísmo que sufren las imágenes cuando se usan durante la campaña electoral.
No hacía falta que Alfonso Fernández Mañueco nos anunciara que habría procesiones en la calle en Semana Santa. No hacía falta, y menos, que se hiciera en un mitin electoral. Con el Carnaval de Toro, ya en capilla, y la cabalgata de Reyes, solo faltaba que fueran los cofrades los únicos que pagaran el pato de la situación epidemiológica tras el comportamiento ejemplar exhibido el año pasado con una incidencia por los suelos: se nos dijo que no saliéramos a la calle y respondimos poniendo altares y provocando filas de turistas para llenar los templos. No hubo contagios, al igual que tampoco los hubo en templos a los que se redujo la asistencia a solo veinticinco personas, independientemente del aforo que en la Catedral era de hasta 4.000 personas, sin tener en cuenta ninguna recomendación. El Tribunal Supremo, evidentemente, lo rechazó, pero mucho tiempo después. En aquel momento, la excusa sanitaria valió para cerrarlos a cal y canto en la práctica.
Pongo la mano en el fuego si digo que si el 13 de febrero salen Luis Tudanca, Francisco Igea o Alfonso Fernández Mañueco de presidentes, no pondrán pegas a la celebración de la Semana Santa. No me quemo, ni me arriesgo nada. Por tanto, lo descolorido del anuncio y las ‘bombas’ a nivel nacional que irradiaban que habrá «Semana Santa en Castilla y León» tras el anuncio del presidente de la Junta. A modo de recordatorio, la Semana Santa la hemos tenido siempre, lo que dejamos atrás fueron las procesiones en la calle.
La politización de la religión es una seña de identidad que, en el caso de la Semana Santa, muchas veces se lleva la palma. Conozco cofrades rojos, azules y verdes. A nadie se le pide el carné ‘político’ antes de entrar en una cofradía, pero cada uno se lo quiere llevar a su terreno. Mirarlo desde dentro resulta a veces poco edificante: ver a políticos llevando flores a las imágenes con luz y taquígrafos y ‘mandamases’ no institucionales en primera línea. Incluso del otro lado, tratar de distanciarse de la Semana Santa por la línea ideológica de tu partido resulta igual de ridículo. Recuerdo la estrategia marcada en su día por la coalición de Ganemos que provocó un frente común absoluto en defensa de las procesiones de la Semana Santa y la implicación en la celebración. Solo faltaba. Y es que, por su futuro, no debe ser maniqueada, manipulada y politizada.
Me pasa con la Semana Santa algo muy parecido a los toros. Tratan de poner etiquetas a los que les gusta el espectáculo taurino: si vas a los toros sueles llevar aparejado el ‘sambenito’ de ir a misa dominical, ser religioso y de derechas. Un espectáculo popular, como ocurre con la Semana Santa, tiene que alejarse de clichés absurdos que solo abogan por los enfrentamientos y provocar la vergüenza. Por suerte, las elecciones pasarán y entre los varales se podrá seguir discutiendo entre rojos y azules; incluso del Salamanca y el Unionistas.
Disfrutemos de una Semana Santa sin colores.
0 comments: