viernes, 22 de abril de 2022

Tiempo de reflexión

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Tamara Velasco

Jesús del Vía Crucis | Foto: José Ángel Martín

 22-04-2022

Nada te turbe, nada te espante,
todo se pasa, Dios no se muda,
la paciencia todo lo alcanza;
quien a Dios tiene nada le falta,
solo Dios basta.
(Sta. Teresa)

Sin duda, mi mejor Semana Santa fue la de 2020, la más íntima y personal, donde la oración y el encuentro con Dios y uno mismo era lo más importante. Pero ya había ganas de Semana Santa con procesiones y olor a incienso, de bullicio y barquillero, de reencuentros y abrazos, de contemplar las nuevas devociones y también las de siempre. Al fin llegó aquello que tanto ansiábamos y, casi sin darnos cuenta, la Pascua y su mensaje de esperanza viva lo impregnó todo.

Si echamos la vista atrás, a nadie le sorprende que se hable de una Semana Santa que puede considerarse punto de inflexión en Salamanca. Hemos sido observadores de experimentos que distan poco de lo mediocre y torticero. No digo, ni creo, que se haya realizado sin haberlo meditado y organizado previamente, pero el resultado no ha sido el esperado. Considero que es el tiempo de la reflexión, del pensar a dónde queremos llegar con estos actos, si se ha obrado bien y si hay que dar un paso al frente y no eludir responsabilidades. Hemos visto cómo muchas hermandades han sufrido lo indecible para poder salir a la calle porque sus hermanos no respondían a la llamada. Es posible que estos dos años en barbecho no hayan ayudado mucho, más bien todo lo contrario, pero no podemos achacar todos los problemas surgidos a la pandemia. Esto ya venía de largo.

Pero no me voy a quedar con la poca vida que han demostrado tener algunas hermandades en sus procesiones, sino con aquellas que, con mucho esfuerzo, han conseguido dar una admirable demostración de fe por todos los rincones de Salamanca. No me voy a quedar con el nerviosismo y la poca comprensión de algunas personas que malorganizan las salidas procesionales, sino con aquellas otras que, pese a las adversidades, hacen su estación de penitencia con fe y devoción para pregonar su amor a Dios a los cuatro vientos. Y no me voy a quedar con la falta de «compromiso» de algunas personas que se ofrecen a ayudar a otras hermandades y, en cuanto cae como una losa sobre los hombros el peso de las imágenes que portan, desaparecen. Me quedo con aquellas que aguantaron el chaparrón hasta el final, aunque luego ni se lo agradeciesen.

Me quedo con el esfuerzo de los músicos que han pateado en pocos días, una y mil veces nuestra ciudad; con la sonrisa exhausta de una cofrade de Jesús Flagelado después de haber procesionado y regresado a casa con el trabajo bien hecho; con la inocencia de un pequeño de la Hermandad de Jesús Amigo de los Niños que hizo su primera estación de penitencia; con la sensación de gratitud de aquella chiquilla en silla de ruedas que, a cada paso, era obsequiada con alguna flor o estampita del Cristo o Virgen de turno; con la satisfacción y alegría del joven que por primera vez portaba sobre sus hombros a Nuestro Padre Jesús del Vía Crucis, y me quedo con las lágrimas de aquella anciana absorta a cuanto le rodeaba, viendo a la Virgen del Silencio mientras pasaba a su lado y le daba su bendición.

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