miércoles, 25 de mayo de 2022

Al lío… ¡Vamos al desafío!

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José Fernando Santos Barrueco

Cristo del Amor y de la Paz | Foto: fblópez
25-05-2022

Pasada ya la Semana Santa, las distintas cofradías e instituciones semanasanteras habrán hecho (o estarán a punto) sus análisis y valoraciones. Sobre lo que ha salido bien, lo que ha salido mal (o, «menos bien», para no herir a nadie en un mundo nada autocrítico y realista y muy dado al autobombo) y requiere buscar mejoras más que justificaciones.
En mi opinión personal, emitida con libertad (que no tiene por qué coincidir con la de la institución que edita esta página digital) y a riesgo de estar equivocado, la situación me sugiere el título del famoso programa televisivo. Tenemos un verdadero desafío y alcanzarlo requiere asumirlo, tomar decisiones y poner muchas cosas en su sitio, sin mirar para otro lado (y este es el «lío»).
Vaya por delante mi felicitación y enhorabuena a todos, por hacer posible (con muy contadas excepciones por la adversa climatología) la salida de las procesiones a la calle y, con ello, las miradas de admiración y plegaria que pudimos volver a contemplar en muchas personas hacia nuestras imágenes sagradas, después de dos años sin verlas. Y algunos aciertos muy loables, como en los casos del Perdón y Vía Crucis.
Pero sin ánimo de ofender y solo con el de buscar aspectos a mejorar, voy a intentar desgranar algunos aspectos y situaciones, algunas verdaderamente inadmisibles e inaceptables.
El primero sería una falta absoluta de planificación, máxime después de los años de pandemia, de los que nadie, obviamente, es culpable. Pero sí sabíamos que los dos años de vacío traerían consecuencias: bajas, cansancios, desánimos y miedos. Especialmente entre los hermanos de carga. Los más mayores, después de esos años sin cargar, pueden verse sin fuerzas. Falta de ingreso de jóvenes ante la perspectiva de no salir las procesiones y la incertidumbre del futuro. Y para colmo, por si fuera poco, la falta de claridad e incertidumbre provocada institucionalmente en torno al uso de las mascarillas, especialmente bajo el paso, en esos espacios cerrados, donde los hermanos se encuentran pegados unos contra otros y echan el aliento en el esfuerzo de determinados tramos. Algo que provocaría el miedo y desánimo de muchos. Pero todo esto se sabía. Incluso se había escrito sobre ello y los hermanos mayores y hermanos mayores de paso tenían la obligación de saber, con la mayor precisión y antelación posibles, con qué hermanos contaban y con quienes no contaban, datos necesarios para tomar decisiones, sin esperar a plantear el problema a la hora de salida. La gran mayoría tuvo que acudir, a través de la Junta, a pedir ayuda a otras cofradías. Hay que valorar la buena disposición de muchos cofrades para echar una mano.
Aunque no es previsible que estas situaciones vuelvan a producirse, bueno sería establecer un procedimiento y un buzón específico en la Junta para estas solicitudes, que asegure la mayor difusión, la máxima discreción y evite o minimice la rumorología. Con una planificación adecuada (y aquí es obvio que ha habido fallos personales) se hubiera podido evitar tomar a tiempo decisiones no deseables y hacerlo con la mayor dignidad y claridad posible (ayuda externa, pasos a ruedas, cambios de carga de unos pasos a otros cortando la salida de algún paso, e incluso sacar alguna imagen, especialmente crucificados, en andas, prescindiendo del paso). Algunas de ellas se han tomado en alguna hermandad, pero con las prisas, tensiones y desacuerdos, que para nada son deseables y hubieran podido evitarse con el tiempo suficiente. ¡Y era algo sabido! Del mismo modo, esa información, con la antelación suficiente, hubiera permitido organizar las filas, los distintos enseres y las bandas de música. Todo ello, contribuiría al mejor orden y marcha procesional, evitando paradas y retrasos innecesarios y que algunas bandas se molestaran entre ellas, dada su cercanía. ¡Planificación!
Cuando más de una cofradía comparte itinerarios, no debería haber ningún problema, pero es preciso ser muy rigurosos y respetuosos con los horarios. No son de recibo las bochornosas situaciones que se produjeron el Jueves y Viernes Santo. Los motivos… ¡Son lo de menos! Seguramente la mencionada falta de planificación, los problemas que ello acarrea a última hora y hasta la rigurosidad para encajar los horarios con los cultos que en esas fechas se celebran en las parroquias. Pero, sean cuales fueren las causas, no es de recibo que la cofradía causante del retraso (incluso por causas muy justificables y ajenas a la misma) plantee problemas a las cofradías que le siguen en el itinerario. Es inadmisible que el retraso de la Seráfica hiciera que Amor y Paz tuviera que desandar una parte del recorrido, con el paso de Nuestra Señora por la calle de Tentenecio, para buscar una posición que le permitiera volver a subir la cuesta. O el caso del cambio de itinerario del Cristo de la Liberación, provocado por la falta de entendimiento y coordinación en la Hermandad de la Soledad, que le llevó al hermano mayor de esta a pedir disculpas públicamente en la prensa, cosa que le honra.
Como he dicho, al margen de los motivos que ocasionaran los incumplimientos de horarios, son situaciones que no pueden permitirse y alguien debería velar por ello. En mi opinión, la Junta tendría que haber tomado cartas en el asunto para evitar tales situaciones. Aunque no sea la organizadora de las procesiones y carezca de atribuciones y de herramientas sancionadoras, es obvio que está al corriente, en todo momento, de las situaciones que se presentan y de los problemas que se avecinan. Ante retrasos como los mencionados tendría que exigir a la cofradía que va con retraso que parase hasta que pasara la que le sigue y va conforme a su horario. Y si la cofradía se negase a ello, la Junta tiene la responsabilidad de la relación con las instituciones, incluida la coordinación con la policía local, a quien tendría que haberle pedido que parara la procesión causante del retraso hasta nueva orden de la Junta. Y si bien es cierto que el presidente de la Junta ha estado muy presente en las distintas procesiones y ha tenido que realizar una labor de acompañamiento a las autoridades locales, cuya presencia en las mismas ha sido mayor que en ocasiones anteriores, por el efecto de los dos años sin salir a la calle, también es verdad que algunos destacados miembros de su Junta directiva podrían haber estado más a su disposición «y a su lado», para este tipo de responsabilidades, toma de decisiones y actuar en consecuencia. ¡Coordinación!
Y para finalizar, habría también que valorar aquellos retrasos motivados por esos grupillos de poder que, en algunas cofradías, pretenden llevar la voz cantante, generalmente enrareciendo el ambiente y no aceptando de buen grado las decisiones de sus Juntas directivas. Si lo saben hacer mejor, que lo intenten con buena disposición y buenas formas y si no habría que ponerlos en su sitio, o cambiarlos de sitio. ¡Orden y respeto!
Si queremos tener la mejor Semana Santa del mundo, como dicen nuestros representantes institucionales (y mimbres hay para ello, desde el escenario, hasta una gran parte de la imaginería), tendremos que saber ver y encarar muchos de los problemas que se han evidenciado. Al lío, si queremos conseguir el desafío.

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