lunes, 11 de julio de 2022

Mil primaveras más

| | 0 comentarios

 Abraham Coco

Amanecer del Domingo de Ramos de 2022 en la carretera camino de Salamanca | Foto ACB

 11-07-2022

 

“Las cosas grandes no se comprenden, se viven”

El cardenal Amigo en entrevista con Manu Sánchez

 

Llevaba sin pasar por aquí cosa de dos años largos. Que es tanto como decir que no venía por casa desde abril del 2020. Y aunque razones había para darme un portazo, la llave no estaba echada cuando quise volver a entrar. Me sacudo en el felpudo el polvo de los zapatos y lo retomo donde lo dejé. Pues al revisar ahora el último de mis artículos en esta revista digital, veo que se titulaba Lo echado de menos. A veces somos puñeteros escribiendo.

Vuelvo hoy, a punto de las vacaciones en la Tertulia Cofrade Pasión, con el reloj en hora, asunto que logré la pasada Semana Santa, cuando la noticia fue el reencuentro, vaya sí lo fue. Y sigo sin ser capaz de buscar defectos a nuestros desfiles ni de hacer balances si no son para la autocomplacencia. Para mí lo único importante es que en 2022, después de dos años de fiesta rota, como definió Ignacio Camacho esta tortura, volvimos a las calles. Porque confieso que soy, dicho en lenguaje rajoniano, muy cofrade y mucho cofrade.

El reloj me lo puso en hora Paco. El Martes de Pregón fue algo así como una Nochevieja cofradiera con una puesta en escena que ya quisieran para sí Pedroche y Ramonchu. Sin Puerta del Sol, pero con Teatro del Liceo. Paco minutero y Paco segundero. Paco carillón con unos cuartos que se le hicieron eternos con su pregón a cuestas. No lo llevaba escrito en la cabeza. Más allá de cachivaches tecnológicos, lo tenía grabado en el corazón. ¡Otra más, Paco! Las seis, las siete, las ocho… Así pasaban las horas. ¡Que no acabe! Y a todos se nos iba poniendo el cuerpo a tono. A tono cofrade. Tic, tac. Y Paco, campanazo.

El Domingo de Ramos estrené puntual un amanecer desde el coche. Era aún noche cerrada en Santiago. El Deza, donde horas antes habíamos celebrado la boda de Cris y Juan; la Limia, Sanabria, la Sierra de la Culebra aún sin arrasar, la Armuña… Cuenta atrás de kilómetros para volver a encontrar todo en su sitio y escuchar desde el principio de la Rúa Mayor, la avenida de las cofradías, los primeros tambores en mucho tiempo, los de la Agrupación Musical Virgen de la Vega. La misma emoción de siempre. No hay fallo.

Todo estaba donde lo había dejado: en el Patio Chico, en los entresijos de la Catedral, tras el Cristo de la Agonía Redentora, en la plaza de Colón. Ahí estaban las cigüeñas, de cuya ausencia gallega ni me había percatado. Estaban la familia y los amigos sin reproches, el abrazo incondicional del hermano mayor, las palabras cálidas de Bernardo y su Cristo del Perdón, el padre y la hija sin miedos en Libreros al regreso, el Jueves Santo de haz el amor y no la guerra, los sentimientos que no fallan si el Pasión corona Palominos, el pequeño Pablo que por fin puede aprender la tradición en condiciones a sus tres años. Estaba todo lo que tenía que estar, la razón de que ande escribiendo en estas fechas.

No hay salida más extraordinaria que cada Semana Santa. Por eso me la traen al pairo el resto de procesiones con mejor o peor excusa que se han puesto de moda. Mil primaveras más en Salamanca. Esa es mi esperanza tras el paréntesis de esta pandemia, con permiso de don Álvaro Cunqueiro, cuyos deseos para el gallego me atrevo ahora a ampliar.

0 comentarios:

¿Qué buscas?

Twitter YouTube Facebook
Proyecto editado por la Tertulia Cofrade Pasión