miércoles, 21 de diciembre de 2022

  Huida a Egipto

| | 0 comentarios

 Raúl Román

Ilustración: Huida a Egipto, de Giotto, c.1305

 21-12-2022

Parafrasear el párrafo 9º de la carta del Santo Padre al pueblo peregrino de Dios en Alemania, de 29 de junio de 2019, nos permite una mirada a la realidad de nuestras hermandades y cofradías que nos recuerda la necesaria interrelación en y con la Iglesia, expresión del carácter de asociaciones públicas de fieles, eso que a veces no se comprende, o se desconoce, y solo se alude a ello como si fuera poco menos que un ámbito de poder público.

Por ello nos situamos en el camino iniciado en el Concilio Vaticano, II hace más de cincuenta años, que nos sigue estimulando en su recepción y desarrollo y que todavía no llegó a su fin, sobre todo, en relación a la sinodalidad llamada a operarse en los distintos niveles de la vida eclesial (parroquia, diócesis, en el orden nacional, en la Iglesia universal, como en las diversas congregaciones y comunidades).

Y no está de más, mutatis mutandis, decir que la Iglesia diocesana vive dentro y fuera de las hermandades y cofradías, como las Iglesias particulares viven y florecen dentro y fuera de la Iglesia universal. Si se separaran de la Iglesia diocesana, las hermandades y cofradías se debilitarían, degenerarían y morirían. De ahí la necesidad de mantener siempre viva y eficaz la comunión con todo el cuerpo de la Iglesia. Esto nos ayuda a superar el miedo que nos aísla en nosotros mismos y en nuestras peculiaridades, para que podamos mirar y escuchar a quien lo necesita, o para que podamos prescindir de las necesidades y poder acompañar a los que quedan varados por la borde del camino. A veces esta actitud puede expresarse en un mínimo gesto, como el del padre del hijo pródigo, que mantiene las puertas abiertas para que cuando el hijo regrese pueda entrar sin dificultad. Esto no significa no ir, no avanzar, no cambiar nada y tal vez ni siquiera debatir y discrepar, sino que es simplemente la consecuencia de sabernos parte intrínseca de un cuerpo mayor que nos reclama, que nos espera y nos necesita, y que también reclamamos, esperamos y necesitamos. Es la alegría de sentirse parte del santo y paciente pueblo fiel de Dios.

Esto debe ayudar a superar limitaciones, fronteras artificiales y autoelaboradas o protagonismos estériles, y despertar en cada uno de nosotros esta conciencia de que somos constitutivamente parte de un cuerpo más grande y que es, precisamente, esta comunión con todos los demás miembros de la Iglesia ‒más que mil gestos o fuertes declaraciones‒ la que puede hacer posible esa hospitalidad que hoy es tan necesaria a los que se quedan a la vera del camino.

Y, de hecho, hay muchísimos hombres y mujeres hoy que ya no se sienten «en casa» en la casa del Señor y se quedan fuera. Y son muchísimos los que se sienten profundamente traicionados por los hombres y mujeres de la Iglesia católica y ya no van: se han apartado. Es como si hubieran hecho una huida a Egipto, imagen dura pero también propia de estos días de Navidad. Fruto de lo que decimos es un deseo que las hermandades y cofradías también comprendan lo que son y vivan una nueva tarea en su evangelización: el ministerio sobre la vuelta a Israel de la Santa Familia (de los que se han alejado), expresando así la comprensión de lo que son, más allá de la Semana Santa.

 


0 comentarios:

¿Qué buscas?

Twitter YouTube Facebook
Proyecto editado por la Tertulia Cofrade Pasión