miércoles, 15 de febrero de 2023

Dejar el móvil en casa

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 Paco Gómez

Hermandad Universitaria, Patio Escuelas | Foto: Pablo de la Peña

15-02-2023


es la rabia y la suerte
de encontrarlo y de vivirlo

(Gravera de amor, Adares)


En la liga de baloncesto más importante del mundo, un jugador ha conseguido lo que parecía imposible: romper el récord de todos los tiempos de puntos anotados. Como el momento histórico se veía venir, un partido determinado tenía todas las papeletas para ser justamente ese. Por este motivo, se pagaron buenos cientos y hasta miles de dólares para ocupar un asiento en el pabellón para cuando llegara el momento. Ese momento.

Resulta que en realidad nadie quería vivirlo. Lo que quedó de manifiesto una vez más, viendo con cierto detenimiento las imágenes que circularon del preciso instante en el que Lebron James anotaba el punto 38.390 de su carrera, era que todo el mundo en realidad solo quería contar que lo había vivido. Y para eso, la herramienta imprescindible era el móvil.

En la mano, imagino, a cada tiro de canasta susceptible de convertirse en «el tiro». Mira, ahí estaba yo, a menos de veinte metros. En las redes sociales, por tierra mar y aire. A cada amigo, conocido o vecino que tuviera la mala suerte de cruzarse por la escalera alguno en los días siguientes. Mira, tío, ahí estaba yo. Los dos igual de importantes: Lebron que anotó y yo que hice la foto, o el vídeo, y me lo llevé en el bolsillo.

Ha sido inevitable comparar el momento con un tiro ganador de otro monstruo del mismo deporte, Michael Jordan, en la que el público asistente simplemente mira embobado cómo ese elegido por los dioses para tener alas en los tobillos se quedaba un poco más de lo lógico suspendido en el aire y anotaba la canasta ganadora.

Aunque nunca es bueno ser taxativo, es fácil suponer que estos últimos vivieron intensamente el momento mientras que aquellos otros, los del otro día, aunque lograran una captura aproximadamente nítida de ese instante histórico, se lo perdieron.

La reflexión es pertinente ahora que estamos a pocos días de arrancar la cuaresma y por tanto empezar a oír los tambores que anuncian la Semana Santa 2023. La tendencia está ahí y parece difícil ponerle puertas al campo.

Cada vez son más quienes al paso de la procesión, en un momento determinado, echan rápida mano al teléfono y capturan un instante. Un giro por una calle, click. Ay, qué marcha más bonita, click. Mira qué estampa, click. Ay, qué guapo mi niño, click. Y todos los añadidos que imaginarse puedan.

Cuesta ahora mismo pensar en un momento emblemático de la Semana Santa de Salamanca en el que no haya, en primer lugar, una nube de fotógrafos (con acreditación al cuello o sin ella) ocupando un espacio privilegiado delante del paso y, en segundo, un sinfín de pantallas entre el público que hacen fotos o vídeos de infinita duración quizá para decirle a alguien, mira, qué bonito. O, quizá, por qué descartarlo, para acabar olvidándose de ello y borrarlo sin más el día que dentro de unos meses tu móvil te informe de que tiene problemas de espacio.

Y, en cambio, el precio que hay que pagar por esos efímeros megas almacenados en nuestro dispositivo ha sido alto. Seguramente, no haber podido vivir ese segundo mágico.

Viene una Semana Santa cargada de momentos que soñamos volver a contemplar con normalidad. De estrenos que han preparado los hermanos durante meses. De recuerdos. De ocasiones para emocionarse, para echar en falta a los que hoy nos faltan y una vez nos guiaron hasta esos mismos instantes casi atávicos. No me fastidien. Vamos a vivirlo con la intensidad que se merece. Vamos a dejar el móvil en casa.



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