lunes, 27 de febrero de 2023

Mi reino no es de este mundo

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 Manuel J. Grilo

Hermandad del Cristo del Perdón | Foto: Alfonso Barco

27-02-2023

Cual martillo pilón, con insistencia y sin dar tregua, sistemáticamente vemos cómo los cristianos sufrimos menosprecios, en los casos menos graves, y ataques hasta la muerte en algunos casos porque… ¿por qué? La cuestión no es baladí.

No nos podemos sustraer de nuestra temporalidad, no somos entes incorpóreos vagando por el universo. Vivimos en un tiempo concreto, y en una sociedad concreta. Sociedad que se entiende en su esencia beligerante no contra lo religioso o espiritual, no, sino contra lo cristiano y especialmente lo católico. No es cuestión de reducir al intimismo, no es cuestión de reducir a lo privado nuestro vivir religioso, pero tampoco concuerda con la sociedad de la dictadura de la imagen, de la apariencia, en la que vivimos: «Miras dentro de Ti, donde está el reino / de Dios; dentro de Ti, donde alborea / el sol eterno de las almas vivas». Nos dejó escrito Unamuno en su meditación ante el Cristo de Velázquez y, a modo de consejo espiritual para esta Cuaresma, no está mal tenerlo presente. ¿Hasta qué punto no guardamos en nuestro interior esperanzas de que el reino sí sea de este mundo? Es este un tema, sabemos, secular y más que secular, sí, pero no por esto trasnochado. En muchas ocasiones, lo que damos por pasado, lo que damos por hecho, por ya vivido, sigilosamente opera a nuestras espaldas y socava nuestras bases. Nos traicionamos a nosotros mismos. Queremos, nos agrada el reconocimiento, porque alimenta nuestro ego, siendo que con pequeños premios vamos horadando nuestros fundamentos. En este punto, es cuando viene bien tener presente que la cuaresma nos llevará al centro de nuestra vida cristiana: el Misterio Pascual. Fue y sigue siendo misterio, no es un parecer, no es una estampa, no es una imagen, sino que entra en nuestro ser y lo transforma redimensionándolo. No podremos vivirlo como tal si no llegamos preparados para ello, porque Dios no actúa mágicamente, es escrupulosamente respetuoso con nuestra libertad.

He hecho hasta ahora un pequeño repaso de ideas que van y vienen, y nos tocan de lleno. Teniéndolas en cuenta, hagamos un breve tríptico con lo que nos atañe en este tiempo:

Primer paso: queremos ser. ¿Qué tenemos que hacer? La tradición nos enseña: Oración, ayuno y caridad. No olvidemos la penitencia. Tocan puntos esenciales de nuestro ser persona: somos comunicativos, no podemos romper nuestra comunicación con Dios; nos construimos por lo que entra en nuestro cuerpo; las relaciones que entablamos con los demás tienen un carácter concreto, cuando precisamente de lo que adolecen en muchos casos estas relaciones es de caridad; y de nuestras faltas, no asumimos en muchas ocasiones la necesidad de contrición.

Segundo paso: a las puertas. Estamos en el quicio de la puerta que nos lleva a lo eterno y, nuevamente, entramos en conflicto con nuestra sociedad, que entiende lo eterno bajo un complejo absoluto de Dorian Gray. Nuestra eternidad es otra, no es de este mundo. Es un escándalo absoluto.

Y, por último, el tercer paso: «Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre / nos guían en la noche de este mundo / ungiéndonos con la esperanza recia / de un día eterno». Para terminar, hemos retomado las palabras de Unamuno. A los pies del Cristo doliente, a la sombra y amparo del Cristo muerto en la cruz, es donde saltamos a la eternidad, el día eterno de Dios.

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