Un miembro de la Hermandad Universitaria de Valladolid y doctores revestidos el Martes Santo | Foto: Pablo de la Peña |
02 de abril de 2015
Desde siempre, pues jamás se vieron interrumpidos estos cultos, los doctores de la Universidad de Salamanca fueron protagonistas necesarios en unos actos litúrgicos de Jueves y Viernes Santos que, con peculiaridades mantenidas a través de los tiempos en un ritual único entre las universidades españolas, han sido fuerte ligazón entre la institución y las celebraciones de la Semana Santa.
En aquellos años, y van ya para cuatrocientos, en que los jóvenes se quedaban con "los azotes" mientras los viejos eran mandados "al sepulcro", la Universidad de Salamanca, representada por sus doctores, acompañaba el tránsito de los pasos procesionales de Viernes Santo con toda su parafernalia de varas, ornamentos y categorías protocolarias.
Cuando muchos años después, la Hermandad Universitaria comenzó a celebrar su acto penitencial a los pies de la fachada plateresca de nuestra Alma Mater, otra vez los doctores universitarios acompañaban, junto al preste, a los negros penitentes en su promesa de fidelidad a un silencio que iba mucho más allá de mantenerse callados mientras la procesión durase, dando al acto ese respaldo que, como actividad paralela, siempre fue de la mano de la docencia en sus aulas.
Fueron aquellos "otros tiempos", que hoy en día apenas perduran en el recuerdo, en los que el esplendor de los actos era motivo de orgullo para todos, universitarios o no. Ahora, cuando se aboga por que todo debe ser secularizado, aquellos ritos y protocolos universitarios para con la Semana Santa no han llegado a desaparecer gracias al empeño de unos cuantos por mantener unas tradiciones religiosas a las que se asocian de forma indisoluble aspectos culturales y antropológicos. Tradiciones que, aún solo por estos últimos aspectos, deberían estar guardadas entre los mejores algodones de nuestro rectorado. Porque mientras muchos degustan sin más preocupación los azucarillos y el chocolate con el que son agasajados por la Universidad para recordar el fin de una larga cuaresma plena de ayunos y abstinencias, la Real Capilla de San Jerónimo mantiene a duras penas esas liturgias propias de la Semana Santa en la Universidad, como son las celebraciones de la Cena del Señor en la tarde del Jueves y la Liturgia de Su muerte en la del Viernes.
Desde hace ya algún tiempo, afortunadamente, se ha visto cómo el acompañamiento de doctores salmantinos a la Hermandad Universitaria, aunque a título personal y sin ostentar representación alguna, ha contribuido a reafirmar el carácter fundacional de ésta, recuperándose una tradición que siempre estuvo ahí.
Ahora, también, el empeño de algunos pocos, con la Cofradía de la Vera Cruz como certero protagonista, ha traído para este año la recuperación del paso procesional de la tarde de Viernes bajo las arcadas claustrales de la que es cuna del saber. El Santo Sepulcro atravesará las puertas de la Academia y los cofrades de la más antigua cofradía salmantina, orarán en la capilla junto a Jesús Nuestro Bien. Se rescata una tradición hace tiempo caída en el olvido que podría desempolvarse para volver a la periodicidad de estos días santos. Pero no parece que sea algo con visos de perpetuarse sino más bien una concesión puntual a una solicitud bienintencionada.
La Universidad no asume compromisos y sus doctores prefieren la comodidad de unas vacaciones bien merecidas a la ingrata tarea de revestirse un traje académico que muchos no vistieron jamás, para implicarse en actos en los que el mayor beneficio obtenible sería la crítica por parte de sectores inconformes con estas actividades, desconocedores de que son éstas, junto a otras muchas, las que han mantenido viva la institución y la han revestido de un prestigio y una historia que, de no haberse mantenido, sería ahora mucho más irrelevante de lo que es.
Ojalá me equivoque y lo que hoy pasa por un consentimiento extraordinario a la solicitud extraordinaria de celebración de un aniversario, se convierta en el hábito de cada Viernes Santo para que el claustro de nuestra Alma Mater se impregne del azul de cofrades y del antañó incienso de devociones históricas.
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