Los hermanos de carga se identifican con su imagen hasta el punto de sentirse sus pies | Fotografía: Pablo de la Peña |
07 de mayo de 2015
Con frecuencia, quizá en los últimos tiempos de manera más habitual, escucho a aquellos cofrades que cargan los pasos sobre sus hombros o su cerviz cómo se enorgullecen de ser, por un día, los "pies del Señor".
El simple hecho de llevar una imagen sobre ellos se transforma en algo trascendente que les hace sentirse orgullosos de ello y el esfuerzo se alivia cuando cada uno de ellos se ve como los "pies del Señor".
Los llamados hermanos de carga, costaleros, cargadores, hombres de trono, braceros o cualquier otro término identificativo de los mismos en función de la Semana Santa de origen y, sobre todo, de la forma de portar un paso, se sienten parte fundamental del cortejo procesional y se identifican con su imagen hasta el punto de imaginarse como elemento casi indisoluble de la misma cuando esta está sobre sus andas. Siendo los "pies del Señor", "pasean" su fe por las calles sintiéndose orgullosos de lo que representan. Y esto, en el colectivo, pues funcionan como grupo fuertemente compactado, es motivo de orgullo diferencial y, en no pocos casos, causa de envidias, ocultas quizá, por muchos otros cofrades ajenos al mundo de la carga. Esta unidad en el sentir la imagen a la que manifiestan su devoción, con ardiente fe de carbonero en muchos casos, les hace saberse diferentes, importantes, imprescindibles llegado el caso, pudiendo convertirse en auténticos grupos de presión dentro de una cofradía.
Los llamados hermanos de fila, nazarenos, penitentes, hermanos de luz, o cualquiera otro término identificativo de los mismos en función de la Semana Santa de origen, también se sienten parte fundamental del desfile. Ellos también "pasean" su fe, haciendo que esa catequesis callejera de la que quieren ser parte actora resulte más atractiva a los espectadores y, por qué no, más comprensible, si de explicar esos misterios que se encierran en la Muerte y Resurrección de Jesucristo se trata. Pero los nazarenos no son los "pies del Señor". Y, no sé si por ello o porque los penitentes tienen que soportar con estoicismo el cirio como si de un remo de galeote se tratase y caminar en soledad sin más opción que la mirada reflexiva a su interior o la mirada furtiva a un exterior que les desconoce, se muestran con una individualidad extrema, sin mostrar capacidad de organizarse en colectivo y funcionar como si de un único cuerpo se tratase.
Los hermanos de fila, cofrades también orgullosos de su devoción imaginera, con el mismo fundamento carbonero en su fe para muchos de ellos que en el caso de cargadores, olvidan al colectivo para saberse importantes por sí mismos, despreciando inconscientemente la posibilidad de constituirse en núcleo denso, muy denso, en la organización de la cofradía. Ignorantes, quizá voluntariamente, de que pueden comprometerse en la formación de un grupo tan sólido como los que ya existen y que podrían convertirlo, llegado el caso, en el verdadero lobby de presión dentro de la cofradía.
Posiblemente deba ser así. Quizá estas diferentes maneras de comportarse en el seno de una hermandad eviten tensiones que, de otro modo, podrían surgir fácilmente en cualquier momento. Pero, ¿por qué? ¿Por qué unos se sienten parte activa de un grupo y los otros mantienen su independencia casi contra viento y marea? Puede que el sentirse como los "pies del Señor", que el hecho de participar en ese esfuerzo colectivo coordinado, convierta a los cofrades de carga en parte de una unidad que la mayoría no sabría explicar pero que todos sienten de manera similar. Dentro y fuera de la marcha de penitencia.
Y yo, que ahora me siento más nazareno que cualquier otra cosa, quisiera ser como ellos; ser las "manos del Señor" o el "corazón del Señor" o cualquier otra parte de su cuerpo que me permitiera identificarme con mi grupo de hermanos, nazarenos todos, como si de uno solo se tratase.
Y no es envidia, porque no quiero pecar. Es simplemente un deseo.
Muy sugerente el comentario de Félix Torres. Y me parece muy interesante este espacio de reflexión y de diálogo.
ResponderEliminarEn relación a lo que comenta Félix yo confieso que, si tuviera que elegir, elegiría ser cofrade de fila y a ser posible sin cubrir el rostro; en ellos, en los cofrades de fila o como se les llame, se apoya toda procesión (sean o no grupo de presión, que mejor es que no lo sean) y luego, por razones históricas bien concretas, se añadieron imágenes, portadas o empujadas, según necesidades y costumbres, por cofrades que se prestan a ese servicio adicional. Bueno eso pienso y siento yo, por eso lo pongo aquí, pero sin duda habrá opiniones diferentes. Pero sería bueno intercambiar razones y prioridades.
Fructuoso Mangas, sacerdote diocesano
Te felicito por el artículo Félix. No es fácil sentirse hoy día "los pies del Señor". Sin embargo, el tema de los grupos de presión me parecen peligrosos. Creo que una procesión es una manifestación de fe de todos los participantes y se deberían dejar de lado el que una parte quiera imponer su criterio a otros. Bienvenido el diálogo y el intercambio de opiniones pero en mi opinión las presiones sobran. Y lo digo por experiencia de algunas de las cofradías que he conocido más desde dentro. En algunas los hermanos de carga terminaron por convertirse en grupos aparte por ese sentimiento de unidad al que te referías mal entendido. Y llegaron a dirigir ellos la procesión decidiendo qué ritmo llevaban, con independencia de los demás pasos, y donde hacían sus paradas. El desastre es fácil de imaginar. Creo que la solución no son los grupos de presión sino el trabajo para que la participación de los hermanos aumente y se sientan implicados. Y no es una utopía. También lo he visto y he visto salvar así una hermandad que muchos daban por perdida.
ResponderEliminarFrancisco Pérez Polo