05 de octubre de 2015
El XXVIII Encuentro Nacional de Cofradías en Alcira hace unos días. La XXXII Peregrinación Nacional de la Vera Cruz ayer mismo en Arjonilla. El VI Congreso Nacional de Cofradías de las Angustias en Zamora a dos semanas vista. La XLII Convivencia Nacional de Hermandades de la Soledad dentro de un mes en Oviedo, coincidiendo con el III Encuentro Nacional de Jóvenes Cofrades que acogerá Sevilla. Los encuentros de cofradías de la Santa Cena, de la Oración del Huerto, de Atado a la Columna, de Medinaceli, del Descendimiento, del Nombre de Jesús, del Rosario... y tantos otros. Medina del Campo anuncia ya el VI Congreso Nacional de Cofradías para el próximo mes de abril, tras una década de letargo sin convocarse.
Por Salamanca pasaron el Encuentro Nacional en su segunda edición (1989) y el Congreso Nacional en la cuarta (2002). También los de la Vera Cruz y la Soledad, de consolidada trayectoria, avalada por las numerosas cofradías de esta titulación. Los de la Agonía y hermandades universitarias, programados en años de aniversario de nuestras cofradías, no lograron continuidad. El de Jesús Despojado, apenas naciente, ha escogido Salamanca como su segunda sede.
Los encuentros de cofradías en sus diversas modalidades, ya sean los nacionales de carácter general o por advocaciones, los diocesanos o los regionales interdiocesanos, los de jóvenes o los de mujeres cofrades, los de costaleros y hermanos de paso, los de músicos y bandas, son un fenómeno, como tantos otros, sometido en muchos casos a la limitación de la iniciativa personal. La clave de su éxito es que sean, ante todo, encuentros de cofrades, real convivencia más allá de la parte académica y científica, que en los encuentros puede tener cabida pero se desarrolla fundamentalmente en los congresos.
No obstante, a menudo quedan eclipsados por todo el artefacto extraordinario. Una cofradía que celebra un aniversario y es anfitriona de un encuentro o congreso como parte del programa conmemorativo, y de paso organiza una salida extraordinaria de su titular. O bien, la salida extraordinaria sin aniversario, con el encuentro como motivo de mayor o menor peso, que hay encuentros con procesión y encuentros sin ella.
Y luego, ¿qué? ¿Celebrado el encuentro deja poso en la cofradía anfitriona y en las invitadas? Sin duda, muchos participantes habituales siguen acudiendo porque lo aprovechan, se reencuentran con viejos amigos una vez al año y sienten el encuentro como algo propio. Otros lo tienen incluido en su agenda como una buena opción para recorrer España. Y no faltan los asistentes ocasionales, muy puntuales, porque el encuentro se celebra en su ciudad o en una localidad cercana.
Como intercambio de experiencias, puesta en común de algunos proyectos o mera celebración fraterna, los encuentros tienen sentido. Sobre todo si lo dialogado y vivido llega de alguna manera a todos los que no pudieron o no se sintieron llamados a acudir. Si se convierten en un fin de semana más que nada ferial o turístico, con misa de clausura, habrán perdido su razón de ser, y todos esos que no acudieron seguirán contemplándolo como algo ajeno y postizo.
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