Varios cofrades de la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz el Jueves Santo | Foto: Manuel López Martín |
14 de marzo de 2016
"El ámbito de lo privado tiene que escindirse del de lo público y la religión debe estar exclusivamente en el de lo privado". Así de contundente se mostraba Carolina Bencansa el pasado sábado en una entrevista radiofónica. Así de poco original resultaba, repitiendo el viejo mantra de una ideología que si por algo se ha caracterizado ha sido por defender a gritos los derechos y libertades del individuo a la par que con su actuar los negaban, recurriendo a la represión o eliminando sin contemplaciones al discrepante, con la muerte civil, al estilo de Maduro, o real, a la manera de Stalin, que como bien demostró tempranamente H. Arendt fue la misma que la de Hitler. Es la Historia de antes, remozada y encamisada, que resurge y enseña, sin poder evitarlo, la patita por debajo de la puerta.
Sí, es verdad y hay que decirlo con claridad y sin los circunloquios e inconsistencias del lenguaje políticamente correcto. La doctrina que propugna estos principios es totalitaria, porque niega las libertades individuales y trata de imponer a toda la sociedad una misma ideología, la del Estado que ellos quieren construir. Y todo ello pese a que en la defensa de la libertad religiosa la normativa es muy clara.
Para empezar, el artículo 18 de la Constitución española, que de momento continúa vigente aunque algunos den ya por amortizada, dice: "Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley".
Si nos vamos al ámbito europeo, en la Convención Europea de Derechos Humanos, artículo 9, al hablar de la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión podemos leer: "1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho implica la libertad de cambiar de religión o de convicciones, así como la libertad de manifestar su religión o sus convicciones individual o colectivamente, en público o en privado, por medio del culto, la enseñanza, las prácticas y la observancia de los ritos. 2. La libertad de manifestar su religión o sus convicciones no puede ser objeto de más restricciones que las que, previstas por la ley, constituyan medidas necesarias, en una sociedad democrática, para la seguridad pública, la protección del orden, de la salud o de la moral públicas, o la protección de los derechos o las libertades de los demás".
Y por si esto fuera poco, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, casualmente también en el artículo 18, como el de la Constitución española, se afirma que "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia".
Entonces, ¿a qué estamos jugando? ¿A dictadorzuelos de pitiminí o a engendros del odio a todo lo que huele a cristiano? Porque la inquina parece que solo apunta hacia el cristianismo. ¿Qué es eso de que la religión debe ocupar exclusivamente el espacio de lo privado? De eso nada, salvo que queramos dinamitar esta sociedad fundamentada en los derechos y libertades del individuo que, con gran atino, eso sí, supo separar la religión del Estado. Pero, claro, cuando el Estado se acaba confundiendo con la sociedad y la ideología es la del Estado, entonces ya no hablamos de derechos y de libertades, sino de la anulación del individuo que acaba por diluirse en el Estado. Y eso se denomina totalitarismo.
Las procesiones de Semana Santa son un hecho religioso y cultural. Si como patrimonio de la cultura tradicional las instituciones están obligadas a protegerlas, como hecho religioso, las instituciones deben garantizar el derecho de sus promotores, que son las cofradías, a organizarlas. Así de claro. Por ello pueden y deben estar presentes en el espacio público.
Comparto cada una de tus palabras, por acertadas y valientes. Ya está bien de tanta monserga tibia. Si como cristianos debemos respetar y lo hacemos, cosas dolorosas, va llegando el momento de situarnos con claridad, como tú lo haces, frente a la cueva del totalitarismo, que bajo la demagogia de una palabrería que surte al personal con lo que espera oír, explora y conquista de forma tan demencial espacios y territorios.
ResponderEliminarNo dudes que si miras hacia atrás, me verás a tu lado sin fisuras. ¡Qué cosas! Hasta nos han eliminado con la brocha del populismo, la rivalidad o el desencuentro político. Lo bueno es que empezamos a remar muchos, muchísimos españoles en la misma dirección, con remos distintos pero hacia la concordia y el respeto…es curioso.
La grandeza de lo que dices, lo amparas en la ley que es de todos y para todos. Ese derecho a creer, pensar o decir, como a cada uno le venga en gana, no puede estar sólo al servicio de un puñado de elegidos. Ya está bien de que nos pisen la tierra donde cultivamos la uva con tanta paciencia, para fabricar el vino de nuestra esperanza.
Gracias Javier Blázquez y Vicente, por estas letras, gracias y a seguir. Vamos tras tu rastro con el aliento (como dice nuestro Zamarreño universal) en la nuca.
Fuerte el abrazo.
J. M. Ferreira Cunquero