Una devota enciende una imagen junto al Cristo de la Liberación | Fotografía: Amor y Paz |
26 de mayo de 2016
Quizás no siempre nos detenemos a pensar en el poder que tienen cada una de esas imágenes que vemos en la calle cada Semana Santa y que permanecen al culto en sus templos el resto del año. No hay por qué ser cofrade para acercarse a ellas, rezarlas y ser sus confidentes en esos momentos en los que no se encuentra el consuelo. Las hermandades juegan un papel importante para que esa devoción crezca y se acerque al pueblo.
He conocido casos de personas que, tras recibir el diagnóstico de un cáncer, lo primero que han hecho ha sido ir a ver a su imagen, aquella que también les acompaña en su día a día en estampitas o medallas. A veces, tras una noticia de grave enfermedad o fallecimiento inesperado, la reacción es de distanciamiento con la fe, pero suele ser momentáneo, y es a esa fe a la que se agarran para encontrar una esperanza que nadie más les aporta.
El poder de sanar desde la devoción solo lo entiende el que tiene fe y apuesta por ella. De ahí el respeto que tienen que guardar desde todas las cofradías y hermandades. Hay que quedarse más en el fondo que en la forma, porque detrás de ese fondo están muchas personas que se aferran a esa imagen en sus peores momentos, que se emocionan ante su paso cuando lo tienen en la calle o se arrodillan ante ella en su templo.
No estaría de más que en Salamanca se apostase por un itinerario cofrade por sus diferentes iglesias o capillas (a falta de un Museo de la Pasión), para acercar esa Semana Santa de interés internacional de la que tanto presumimos. Así se despertarán devociones y esas imágenes estarán más próximas al pueblo. Por qué no visitarlas y rezarlas de camino al trabajo. Con las iglesias cerradas es más difícil alimentar la fe.
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