viernes, 1 de julio de 2016

Penitentes anónimos

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Daniel Cuesta SJ

Dos jóvenes encienden una vela durante el IV Vía Lucis Joven en 2015 | Foto: ssantasalamanca.com

* El autor solicita recuperar este artículo, por su interés, que fue publicado originalmente en el desaparecido portal "Todos por igual", cuyo cierre provocó que este texto ya no esté disponible

Las encuestas son abrumadoras y así lo demuestran: a día de hoy en nuestro país el porcentaje de cristianos está bajando drásticamente y dentro de ellos, el de los que practican habitualmente su fe es cada vez menor. Muchos afirman sin tapujos que la fe en España está desapareciendo para dejar paso a una sociedad secularizada y "moderna". Sin embargo, no deja de ser curioso el hecho de que en esta sociedad laica y tecnológica, durante diez días al año parece que esto se olvida, y no solo son las calles las que se llenan de procesiones con un aire eminentemente barroco, sino que también los comercios, las familias, las conversaciones, parecen tener como centro la Semana Santa (aunque sea simplemente para hablar de los cortes de tráfico que ésta ocasiona). 

Este éxito de la Semana Santa no suele dejar indiferente a nadie, por eso unos y otros tratan de explicarlo desde distintas perspectivas. Por un lado están los que se manifiestan abiertamente agnósticos o ateos, pero participan activamente en los actos de las hermandades. Son los que nos suelen explicar los días de la Pasión como algo cultural, social y tradicional. Son gente de tambor y trompeta, de madera y dorado, de cristos y vírgenes, pero que no tienen intención de pasar de ahí. Recuerdo que una vez uno de estos cofrades trataba de convencerme de todas las ventajas que conllevaba el que las cofradías de Semana Santa fueran llevadas por "ateos y ácratas". Sinceramente, ninguno de los argumentos me convenció demasiado. 

Por otro lado, tenemos el puesto de muchos de los cristianos, que debido a la actitud de algunos cofrades, curiosamente mantienen una opinión parecida a la del grupo anterior. Todos hemos escuchado muchas veces hablar de la Semana Santa y las procesiones como un folclore, algo vacío, y donde lo que menos importa es el recuerdo de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. 

Como cristiano, y como cofrade, creo que estas posturas tienen parte de verdad. A veces me he entristecido al comprobar cómo muchas de las personas que participaban en las procesiones no tenían ningún interés profundo, simplemente les movían motivaciones externas. Hechos como estos en ocasiones me han hecho no tener argumentos, ni saber qué decir a quien, desde dentro de la Iglesia, criticaba los aspectos folclóricos y vacíos de la Semana Santa, pues me daba cuenta de que no les faltaba razón, aunque no la tuvieran toda. 

Sin embargo, aunque esto se dé, creo que todo el mundo de la Semana Santa no puede ser explicado solamente desde estas dos ópticas. El que no hagamos mucho ruido, no significa que no seamos muchos los que como cristianos vemos en la Semana Santa un espacio donde vivir y profundizar nuestra fe. Conozco a muchos creyentes que viven su fe con profundidad y compromiso durante todo el año y que la compaginan y alimentan sin ningún problema con los actos de sus cofradías y hermandades. La mayoría de ellos entiende las procesiones no como un folclore emocional ni un acto fetichista, sino como una parada más del camino que lleva al Dios de Jesús al que ven representado en los pasos que salen a la calle. 

Tampoco se puede dejar de lado a un colectivo muy numeroso e importante, aunque se diluya con mucha facilidad en medio de la masa. Me refiero a aquellos hermanos de las cofradías que se encuentran entre dos aguas, hablo de los que no son ateos ni agnósticos, pero tampoco cristianos comprometidos. En muchas de las hermandades son "los que no están" o, mejor dicho, "los que están a medias", puesto que aparecen solamente los días de las procesiones y no vuelven a dar señales de vida en todo el año. Normalmente no se conocen entre ellos, ni conocen a demasiados de los hermanos de la cofradía, pues su pertenencia a la misma se reduce al pago de la cuota y a la salida en procesión. Son aquellos con los que todas las cofradías querrían contactar, pero ¿cómo hacerlo? puesto que su interés desaparece durante todo el año, son realmente los que "resucitan en Cuaresma y mueren en Pascua". 

¿Qué ocurre con esta gente?, ¿por qué si son cristianos no se deciden a dar un paso adelante y a caminar en su fe más allá del recorrido de la procesión? Uno de estos cofrades anónimos un día me contaba cómo se había sentido mirado en lo más profundo de su alma por la imagen del Cristo de su cofradía, y cómo había sentido que el que le miraba realmente era Jesús a través de esa imagen. Sin embargo, aunque esta experiencia le había tocado profundamente, no había servido para poner en marcha su vida cristiana, que seguía apagada todo el año, con excepción de cuando llevaba puesto el hábito de la hermandad. 

Sinceramente, experiencias como esta me entristecen más que las de los ateos de los que hablaba antes, porque me hacen ver que aunque la Semana Santa no es un folclore, es verdad que tiene algo que hace que muchos de los que participan de ella no terminen de arrancar. Creo firmemente que durante las largas horas de silencio que dura cada una de las procesiones, Dios habla al corazón de muchos cofrades que forman sus filas.  Algo les remueve, algo les hace vibrar sin que sepan cómo explicarlo, pero este algo la mayoría de las veces se va junto al humo que se forma al apagar el cirio que han portado en la procesión. Hay muchos "jóvenes ricos", como aquel que en el Evangelio, en un momento estaba dispuesto a todo por Jesús, pero después se marchaba apenado porque no se veía capaz de hacer aquello que Jesús le pedía.

Hoy día, muchas cofradías parece que se han dado cuenta de esto, y tratan de revitalizar la vida de la hermandad contactando con estos penitentes anónimos (aunque la mayoría de las veces los resultados sean mucho más modestos de lo que se planea). Sin duda nos encontramos con el problema de que durante mucho tiempo, no hemos querido, o mejor dicho, no hemos sabido acompañar estas experiencias de Dios que se dan en las procesiones, y por ello se han perdido o alejado muchos procesos de fe. Creo que a día de hoy se están dando pasos para intentar salir al encuentro de estos penitentes anónimos. Ojalá que encontremos la fórmula para poder hacerlo y consigamos, en la medida de nuestras posibilidades, hacer un poco más cristiana una celebración que desde sus orígenes lo ha sido. Ojalá que nos demos cuenta de que debajo de todos los hábitos, dorados, bordados, músicas… que acompañan la Semana Santa, arde una pequeña llama de fe que está esperando ser avivada.


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