sábado, 3 de diciembre de 2016

Leer. Escuchar. Actuar

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F. Javier Blázquez

Fresno, segundo por la izquierda, en su visita a la Tertulia Cofrade Pasión en noviembre de 2015 | Foto: Pablo de la Peña

02 de diciembre de 2016

Las aportaciones de los intelectuales, a la Semana Santa o a cualquiera otra manifestación de la actividad humana, resultan fundamentales por infinidad de razones, palmarias en su mayor parte. Sin embargo, lo cierto es que por estos pagos escasean las personas que altruistamente ponen su capacidad intelectual al servicio de la celebración. De ahí que resulte tan gratificante y esperanzador leer sus estudios o escuchar sus palabras, cuando llegan. Es lo que sucede con Javier Fresno, vallisoletano de origen aunque asimilado ya al terruño zamorano. Escucharle resulta siempre enriquecedor. En las distancias cortas, café de por medio, en sus comparecencias públicas, cualquier momento es bueno para aprender con él. Cofrade antes que fraile, o cura para ser precisos, sigue llevando en la sangre el prurito de las procesiones, aunque ahora todos sus esfuerzos se centren en dotar a las diócesis y a las hermandades de los instrumentos necesarios para acomodar de la mejor manera posible la religiosidad popular dentro de los complejos, a veces recónditos, ámbitos eclesiales.

Apenas hace dos semanas que tuvimos la suerte de tenerle en Salamanca otra vez, en el marco de los lunes cofrades, y descubrir de primera mano cómo en esta relación jerarquía-hermandad, la realidad es demasiado variopinta. Que la Iglesia sea plural es una riqueza, que ante las mismas situaciones las respuestas resulten dispares, o incluso contradictorias, no lo es tanto. El caso es que muy pocos han estudiado en profundidad este fenómeno y han propuesto tantas soluciones como él. Su bagaje y dilatada experiencia, teórico-práctica, le capacitan para el rigor en el análisis y la precisión en la respuesta. Y la conclusión es clara. No puede seguirse así. Vivir de espaldas a la religiosidad popular, o en permanente confrontación, no es ya presentable. Urge abordar con decisión, tacto, respeto y cariño este fenómeno.

Los episodios de desencuentro que de vez en cuando trascienden a los medios no son de recibo y salpican a todos. Los sucesos de los últimos tres años en Ciudad Real, por acudir al ejemplo más sonado, no pueden seguir dándose. No es de recibo el pulso mantenido entre obispado y cofradías, con un vicario (Esparza, cesante ya a Dios gracias) empeñado en domesticarlas al precio que sea y unos cofrades que no terminan de aceptar las imposiciones a golpe de báculo. Un presidente elegido por abrumadora mayoría no fue ratificado por Algora, el obispo (también cesante), y la Junta de Semana Santa fue intervenida para cambiar los estatutos y crear un sistema mediante el que las cofradías pierden totalmente su autonomía. ¿Resulta esto edificante? Para nada. Independientemente de las razones que en su día asistiesen al tándem Algora-Esparza, que con seguridad las había, estas respuestas autoritarias, con ruido y revuelo mediático de alcance nacional, acaban crispando el ambiente y generando un clima de desconfianza que luego cuesta décadas restañar.

Hay que leer y escuchar a los intelectuales, a los que conocen la religiosidad popular y llevan tiempo estudiándola, teorizando, trabajando en pro de ella desde dentro de la Iglesia, como es el caso de Fresno. Y antes de actuar, consultar. A veces es preferible saltarse un canon antes que abrir la caja de los truenos, porque estas menudencias, seguro que Dios las disculpa. La falta de cintura, como en el caso de Ciudad Real, u otros de menor calado que tenemos más cerca, separa, no acerca. Y la Iglesia está para acoger, porque el sábado se hizo en beneficio del hombre, no para esclavizarlo. Las palabras de Francisco, el papa de la misericordia, son demasiado elocuentes y apremiantes como para ignorarlas. La pena es que cuando Fresno ha estado en Salamanca, quienes más deberían escucharle, porque son los que tienen la sartén por el mango cuando de tomar decisiones se trata, andan con otras ocupaciones. Al menos nos consuela saber que estudian sus informes, comunicaciones y demás trabajos… Porque los leen, seguro que sí.


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