Jesús Resucitado y la Virgen de la Alegría, en el paseo de las Úrsulas el Domingo de Resurrección | Foto: Heliodoro Ordás |
25 de enero de 2017
Toca comentar algo sobre cofradías, cofrades y demás cristianos. Qué difícil es hablar de estos temas, y mucho más escribir. Hoy en día los cristianos no estamos de moda, mucho menos los cofrades. Pero me pregunto, ¿qué parte de culpa tenemos en ello? En estos tiempos ya hasta hemos pasado de llamarla Semana Santa a llamarla "semana de festividades". Y yo pienso, ¿qué otra festividad hay en estos días? ¿Les da miedo pronunciar la palabra Semana Santa? Y nosotros, los cofrades, los que supuestamente vivimos cada Semana Santa, ¿qué hacemos? Callar, callar y callar. No somos capaces de reivindicar aquello en lo que creemos. Porque, ¿creemos, no? Antes apuntaba a la parte de culpa que nosotros, sí nosotros, los miembros de cada cofradía, tenemos en todo esto que está pasando. Voy a generalizar, y sé que no está bien, que no es de recibo, porque hay muchas cofradías y muchos cofrades que no son así, pero permitidme hacerlo por un espacio corto de tiempo.
¿Qué ejemplo damos las cofradías y los cofrades a la gente de nuestro alrededor? A veces estamos alejados de la historia actual, mantenemos estereotipos fantasmales que poco o nada dicen a la gente de a pie. ¿Nos creemos superiores por salir cada año con un capirote, preservando nuestra intimidad, que no me vean, porque si no qué dirán? ¿Nos escondemos quizá? ¿En el día a día se nos nota que somos cofrades, o solamente lo dejamos para esa semana al año a la que llamamos Semana Santa? Quizá deberíamos comenzar por saber qué es ser cofrade. Para los cofrades la Semana Santa y todas las semanas del año nunca deberían dejar de ser un acompañamiento de Jesús en su vía crucis. Un seguimiento de Jesús junto a María, a la Magdalena, a Juan o al Cireneo en su entrega por nosotros.
Todos deberíamos tener muy asumido que las cofradías no son lugar de medrar, en ningún sentido. Al entrar en una hermandad, nuestra ambición no puede ser llegar a formar parte de la junta de gobierno, ser presidente, llevar un paso o cualquier otra función. Nuestro comportamiento debe ser de entrega absoluta, entrega como la de Cristo por nosotros. Tampoco podemos quedarnos estancados en un pasado reciente que, aunque muy cómodo, no deja de ser pasado. Nuestro ejemplo debe ser actual, en este mundo que nos ha tocado vivir. No podemos, bajo ningún concepto, perder el carisma, el objetivo final de cada hermandad, su idiosincrasia, pero dentro del tiempo histórico que nos ha tocado, que cada día nos toca vivir. No debemos estar anclados en el pasado, con esa frase que tantas veces se oye: "Es lo que siempre se ha hecho". Muchas veces no sabemos ni por qué se ha hecho. Los cofrades debemos, tenemos la obligación de salir al exterior, no escondernos detrás de un capirote. Se nos tiene que ver el rostro, que sepan que estamos ahí, luchando como Jesús por las injusticias, por los desamparados del mundo, de ese mundo que no es tan lejano, que a veces lo tenemos dentro de cada hermandad. Hacer cada día, al lado de Jesús, el camino espiritual de comprender el sentido de su muerte. La pasión de tantas víctimas inocentes de la injusticia o la violencia. El dolor y el sufrimiento de tantos que experimentan el dolor físico en su propia carne o la hondura del sufrimiento psicológico. Quizá entre tanta reunión, tantas asambleas, tantos ensayos, donde a veces nos creemos imprescindibles, se nos está olvidando que ahí fuera hay mucha gente que no nos comprende, que nos ve muy lejanos, que nos sitúa en otro contexto histórico muy diferente, en un pasado obsoleto y triste, del cual nosotros a veces somos un claro exponente.
Los cofrades debemos salir a la calle sin miedo, sin complejos, dando la cara, no sintiéndonos superiores por pertenecer a una cofradía. A veces el más pecador es el que está más cerca de Dios. Y en medio de todos, María, la representación de lo mejor de la humanidad que nos ha sido mostrada en su Hijo. Desde ella y con ella estamos llamados a contemplar y sentir el misterio de la pasión.
Nosotros los cofrades, como María, debemos estar cada día en cada calvario y decir como ella "aquí estoy", y como Jesús hacer nuevas todas las cosas. ¿Soy consciente que cada vez que me visto la túnica, que cojo la vara, que me ciño el cordón, es para hacer nuevas todas las cosas? ¿O simplemente es una rutina que forma parte de mi vida una vez al año y que solamente me llena de orgullo interior, para terminar ahí el Domingo de Resurrección?
Nuestro mundo, nuestras cofradías siguen necesitando personas con el corazón bien dispuesto como el de María. Por eso quiero creer, porque seguro que arriba están los que tuvieron fe, están los que fueron coherentes, los que supieron mirar, los que nos hacen el bien, los que siempre buscaron a Jesús de Nazaret. Y todo es cuestión de fe.
Seamos valientes, salgamos a la calle sin capirote y anunciemos que la Semana Santa existe y está ahí, en cada cofradía, en cada cofrade, en cada persona de bien que se nos acerca en este mundo actual, y que busca respuestas para el mundo que hoy nos ha tocado vivir.
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