Hermanos de la Vera Cruz alumbran con sus velas en la noche del Lunes Santo | Foto: Daniel de Arriba |
05 de mayo de 2017
Como decía la canción, ya han pasado 19 días y 500 noches desde que Jesús Resucitado se encontrase con su Madre en el atrio catedralicio. La semana de Pasión llegaba a su fin, una más que pasa a ser historia. Y diréis, ¿500 noches? Pues sí, porque el que vive los días santos sueña con ellos, y las noches se multiplican. Soy de esas que cuando pasa por delante de la Clerecía visualiza la salida de los hermanos con cruz de madera al hombro de la Hermandad Universitaria, o la salida del paso de Jesús Flagelado, al que reza tanto. O cuando cruzo el Puente Romano, a mi mente viene la espalda del Cristo del Amor y de la Paz de camino a la Catedral con sus hermanos de hábito monacal.
Pero dejando atrás la nostalgia, cuya huella se siente todo el año, la razón de ser de este artículo está, como dice el título, en el respeto o, mejor dicho, en la falta del mismo en las procesiones que se celebran en Salamanca. Sí, la falta de respeto de aquellos que están en la acera y que no dudan en cruzarse por el desfile en cualquier momento. Son las prisas de la vida. Nada se respeta, ni siquiera un paso donde el Señor aguarda a su Madre, que camina bajo los hombros de unos hermanos unos metros más allá. El buen tiempo durante esa semana provocó que la presencia de gente en la calle fuera mayor. Muchos acudían a ver discurrir las marchas penitenciales; otros, ajenos a todo ello, simplemente se topaban con ellas. Y aunque algo no te guste, al menos respeta. Si ves que se guarda silencio, por unos minutos, mientras estés por allí, intenta bajar la voz. No cuesta nada, simplemente hasta que puedas sortear al cortejo y salir por otra calle ya lejos de ese olor a incienso.
Este año es la primera vez que veo, en plena calle Libreros, cómo un grupo de quince personas se metían en mitad de la procesión para adelantar unos metros en la parte más estrecha de la vía. Les faltaba el hábito y la medalla para ser unos hermanos más.
Tampoco les importa cruzarse delante de la banda, con el riesgo para el músico que a la vez que toca mira la partitura. Y como decía, delante del paso o de lo que haga falta. ¿No pueden esperar cinco minutos a que todo pase? ¿Tendrían alguna urgencia grave? No se sabe. Pero esa falta de respeto molesta. Ya sea que se crucen o, incluso, que se queden en mitad de la procesión. No todos creen en ello, pero al menos, si te das de bruces con una procesión, respeta.
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