Fragmento de la pintura mural de Genaro de Nó para la capilla del Hospital Clínico Universitario | Foto: JMFC |
21 de septiembre de 2017
La sensibilidad por el patrimonio artístico no es algo que cotice precisamente al alza. La relación anual de las agresiones es más amplia de lo que en general se cree y en ella, como no podía ser de otra manera, el arte religioso ocupa alguno de los puestos destacados. La falta de información, la dejadez administrativa, la omisión de la vigilancia o la relegación del asunto por otro tipo de consideraciones son factores que explican muchas de las barbaridades que habitualmente se perpetran en nuestro entorno, municipal o diocesano.
Oteando el horizonte intuyo que próximamente, si Dios no lo remedia, podemos despedirnos de una de las pinturas más impactantes y originales que sobre el viacrucis de Cristo se han realizado por estos pagos del antiguo reino. Pocos autores de nuestra época han logrado plasmar con tanta hondura el dramatismo del camino hacia el Gólgota como Genaro de Nó. Este destacado pintor salmantino, congregante durante toda su vida de Jesús Nazareno, llevaba en las entrañas el misterio de la cruz a cuestas. ¡Cuántos viernes santos haciendo el recorrido hasta la ermita de la Cruz con su encuentro en la calle de la Amargura! ¡Cuántos atardeceres acompañando al Nazareno por Compañía, Libreros y catedral, para regresar en la noche ya cerrada hasta la iglesia de San Julián! ¡Cuántas veces cargando junto al maestro la cruz de todos los pecados! No en vano, Genaro de Nó pertenecía a la familia más cofrade de Salamanca, porque está probado que desde el siglo XVIII todos sus antepasados fueron congregantes nazarenos. El camino hacia la cruz formaba parte de su vida y, cuando en 1975 le encargaron la pintura mural de la capilla del Hospital Clínico Universitario, el tema elegido fue el viacrucis. ¿Acaso podía ser otra en un centro hospitalario? ¡Y qué viacrucis! Allí quedó lo mejor que llevaba dentro.
La genialidad de abarcar todo el itinerario con una sola cruz, enorme, y disponer a lo largo del madero los símbolos o personajes de todas las estaciones, merecería por sí sola el reconocimiento que la historiografía local del Arte hasta ahora le ha negado, igual que a otros muchos. El expresionismo que se adueña de los personajes sugiere tanto que no hace falta ya que nos muestren el rostro. Los ademanes y gestos, los pliegues de los ropajes, la más que austera gama de colores, resultan elementos más que suficientes para transmitir el drama de la Pasión que se concentra en ese recorrido. A pesar de todo, el fondo teológico que encierra la composición no puede soslayar el verdadero significado del dolor y la muerte, abiertos siempre a la esperanza, mostrando aquí al Cristo redivivo que ahora ya sí permite la contemplación del rostro.
Conscientes de la importancia de esta obra, en la edición de 2008, la revista Pasión en Salamanca incluía un extraordinario artículo de Montserrat González, titulado El camino de la Cruz de Genaro de Nó. Con él pretendimos revindicar su valía y darlo a conocer al gran público, puesto que para muchos había pasado desapercibido.
¿Por qué, entonces, tras anunciar los gestores sanitarios de la Junta de Castilla y León el derribo del Hospital Clínico, una vez termine de construirse el nuevo hospital, nadie ha denunciado que se perderá esta obra de arte tan notable? Resulta que la diócesis, en este caso, nada puede hacer, porque aunque designe capellanes, la capilla no le pertenece. Pero hay comisiones de patrimonio que parecen no enterarse de que en los hospitales, además de los cuadros de Vaquero Turcios que un gerente chorizo se llevó a Valladolid, existe también una valiosa pintura mural, que por eso no se la pudo llevar, pero que por eso, precisamente, si no se hace nada, se perderá con la demolición del edificio. De los tocapelotas podemitas que tanto chillan cuando se trata de construir un puente o edificio nuevo, autoproclamados en algún caso defensores del patrimonio, mejor no hablar, que cuando de arte religioso se trata ni están ni se les espera. Pero alguien tendrá que hacer algo, porque medios hay para preservar la pintura sin tener que paralizar ningún derribo. El Museo Nacional de Cataluña, por ejemplo, incluye entre sus fondos la mejor colección de pinturas románicas del mundo. Y mucho más difícil resultó en su día separar los frescos de la pared que retirar ahora este tipo de pintura superficial. Los medios técnicos existen desde hace décadas y no son excesivamente caros cuando lo que está en juego es preservar el patrimonio artístico de la ciudad. De no hacerse así, con la pintura de Genaro de Nó sucederá lo mismo que con otras obras de arte destruidas en estos tiempos en los que ya nos considerábamos civilizados. Sucederá que tendremos que estudiarlas a través de las fotografías y descripciones que alguno, gracias a Dios tuvo, el acierto de realizar.
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