miércoles, 20 de diciembre de 2017

Adiós, Plaza Mayor

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Pedro Martín

Un viandante atraviesa la Plaza Mayor entre terrazas vacías | Fotografía: Pablo de la Peña

20 de diciembre de 2017

El título del artículo evoca una despedida, pero yo desearía que fuera un "hasta luego". Hasta hace no demasiados años, pongamos unos quince, la Plaza Mayor, nuestra plaza, era el centro no solo de nuestra vida civil, sino también de la Semana Santa, que es lo que nos ocupa en este medio. Pero poco a poco se fue desdibujando como lugar predilecto para ver nuestros desfiles procesionales y pasamos del "en la Plaza no que hay demasiada gente" al "en la Plaza no que no hay nadie y queda muy desangelado".

En la próxima Semana Santa de 2018, tres hermandades más se sumarán a la nómina de las que en los años anteriores abandonaron el ágora o redujeron sensiblemente su paso por la misma. Podríamos preguntarnos por qué, y supongo que cada una tendrá sus razones particulares y de peso, aunque yo buscaría más bien las razones generales que nos llevan a prescindir de la Plaza para ver nuestros desfiles procesionales o para que tomemos la decisión como hermanos de eliminarla de nuestro recorrido.

El pasado domingo  19 de noviembre, caminaba por la también muy semanasantera calle de la Rúa con otro hermano mayor, Julián Alcántara, que había anunciado en días precedentes el cambio de recorrido de la Real Cofradía prescindiendo del paso por la Plaza. Y comentando que también la Hermandad del Vía Crucis había hecho lo mismo en fechas muy cercanas, le confesé que nosotros también lo íbamos a someter a la aprobación de los hermanos, y su respuesta fue certera: no te engañes, nosotros no abandonamos la Plaza, es la Plaza la que hace mucho que nos abandonó a nosotros.

Y sin duda tiene razón, pues aquella Plaza que nos acogía con toda la ciudad rebosante de fervor, devoción, respeto y a la que nosotros entregábamos nuestras imágenes para representar en el centro mismo de la ciudad la Pasión de Cristo e invitar al recogimiento y a la oración, se ha convertido en el lugar turístico por excelencia, ha desaparecido el comercio, han proliferado las terrazas llenas de turistas que ocupan ya la totalidad de la Plaza y que observan las procesiones desde sus localidades de pago al calor de la estufa de turno como un espectáculo más de los que puede ofrecerles la ciudad, en su corazón mismo.

Quizá no quede otro remedio que vivir del turismo en esta ciudad nuestra, es el peaje que probablemente tenemos que pagar, pero desde luego este ambiente no invita ni a contemplar una procesión ni mucho menos a participar en ella en ambiente de recogimiento y oración.

Decía al principio que ojalá que sea un "hasta luego" y no una despedida y recuperemos la Plaza Mayor para los desfiles procesionales y para la ciudad.


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