La Virgen del Rosario, en el Patio Chico durante su procesión | Fotografía: Heliodoro Ordás |
27 de diciembre de 2017
En nuestras cofradías y hermandades no es nada extraña la presencia de una figura o una advocación mariana. No es necesaria –no obstante– esta presencia para reconocer a nuestra Santísima Madre como parte fundamental de nuestra fe, y de nuestra piedad popular, ya sea en tiempos de Pasión o fuera de ellos.
Por ello, si de verdad la amamos, lo mínimo que podemos hacer es cumplir con el mandato que constantemente ha dado desde el primer momento (ya tan antiguo como casi cinco siglos) en que se presentó bajo la advocación de Virgen del Rosario; un mandato muy simple y muy sencillo: "Hijos: rezad el Rosario".
Dulcísima orden, suavísimo encargo. Hijos, rezad el Rosario. Pero no una vez de tanto en tanto, o cuando me apetezca, o necesite pedirle algo y quiera así tenerla más propicia a mí. No. Rezad el Rosario… siempre, todos los días, constantemente, como forma y rutina de oración, por costumbre. ¿Es que no vamos a darle ese gusto a quien consideramos nuestra verdadera Madre y a quien deseamos satisfacer en los mínimos detalles? ¿No vamos a ser capaces de complacer la única petición que nos ha hecho y nos hará?
Supongo que no hace falta explicar aquí el amor que uno siente por una madre. No es necesario, por tanto, hacerle entender a nadie que lo primero que deseamos con una madre es darle gusto a sus ruegos.
Pero es que además (aunque solo sea por puro egoísmo) el rezo del Rosario supone una serie de beneficios y bendiciones tal y como ha hecho ver la propia Virgen María cuando ha recomendado practicar esta costumbre:
- A todos los que recen devotamente mi Rosario, prometo mi protección especial y muy grandes gracias.
- El Rosario será una defensa muy poderosa contra el infierno; destruirá los vicios, librará del pecado, disipará las herejías.
- El Rosario hará florecer las virtudes y las buenas obras y obtendrá a las almas las más abundantes misericordias divinas. Sustituirá en los corazones el amor del mundo con el amor de Dios y los elevará al deseo de los bienes celestiales y eternos. ¡Cuántas almas se santificarán por este medio!
- El que rece devotamente mi Rosario, meditando sus misterios, no se verá oprimido por la desgracia. Si es pecador, se convertirá. Si es justo, crecerá en gracia y tendrá la recompensa de la vida eterna.
- Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los sacramentos de la Iglesia.
- Los que recen mi Rosario encontrarán durante su vida y en la hora de la muerte la luz de Dios, la plenitud de sus gracias y participarán de los méritos de los bienaventurados.
- Libraré muy prontamente del purgatorio a las almas devotas de mi Rosario.
- Lo que pidáis mediante mi Rosario, lo obtendréis.
- Los que propaguen mi Rosario serán socorridos por mí en todas sus necesidades.
- He obtenido de mi Hijo que todos los miembros de la Cofradía del Rosario tengan por hermanos durante la vida y en la hora de la muerte a los santos del cielo.
Son de verdad innumerables los santos, santas y beatos que han recomendado vivamente el rezo del santo Rosario. Podemos poner cientos de ejemplos, aunque conformémonos con algunos menos…
San Pío de Pietrelcina
"¡Amen a la Virgen y háganla amar. Reciten siempre el Rosario!"
Santa Teresa de Calcuta
"Aférrate al Rosario como las hojas de la hiedra se aferran al árbol; porque sin nuestra Señora no podemos permanecer"
San Juan Bosco
"Sobre la devoción de la Virgen y el rezo del Rosario se basa toda mi obra educativa. Preferiría renunciar a cualquier otra cosa, antes que al Rosario"
San Juan Pablo II
"El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo. El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad"
San Juan XXIII
"El Rosario es una muy excelente forma de oración meditada, compuesta a modo de mística corona"
En efecto, en vez de seguir enumerando cientos de citas de este tipo, que no hacen sino ponderar la grandeza de nuestro Rosario, fijémonos brevemente en estas últimas escuetas, breves, simples sentencias de dos papas muy cercanos a nosotros.
El Rosario (no son los únicos que lo han señalado) probablemente sea la oración más perfecta que existe, por cuanto que es la más sencilla, y todo por varias razones:
- Reúne –repetidas– las tres oraciones básicas de la doctrina cristiana: Padrenuestro, Avemaría y Gloria
- El Rosario nos pone en contacto con la Virgen, que es sin duda la más poderosa intercesora y mediadora que existe
- En cada misterio nos recuerda todos y cada uno de los principales momentos de la vida y Pasión de Jesús y nos acerca a su ejemplo y sus enseñanzas, con lo que reafirmamos nuestra fe y nuestra doctrina y la repensamos
Como han enseñado multitud de teólogos y santos, el Rosario nos permite ver a Jesús a través de los ojos de María, porque en cada misterio está Ella como participante o como espectadora directa o indirecta. Así san Juan Pablo II en su carta apostólica de 2002 Rosarium Virginis Mariae, afirmaba: "Aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y la profundidad de su amor".
Como aseguró el papa Francisco en su tuiter en la festividad del Rosario el 7 de octubre del año pasado, "el Rosario es la oración que acompaña siempre mi vida; también es la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón".
En otras intervenciones, ha ponderado igualmente la conveniencia de esta devoción: "El Rosario es una oración contemplativa simple, accesible a todos, grandes y pequeños. En la oración del Rosario nos dirigimos a la Virgen María para que nos lleve siempre más cerca de su Hijo Jesús, para conocerlo y amarlo cada vez más. Mientras repetimos Ave María, meditamos los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de la vida de Cristo, pero también de nuestra vida, porque nosotros caminamos con el Señor".
Claro que el rezo del Rosario puede resultarnos al principio (especialmente si no tenemos el hábito o costumbre) algo un poco pesado, un poco cansino y darnos miedo. Pero no olvidemos que cada Avemaría es un Te quiero que le decimos a nuestra Madre del cielo. El hábito de rezar el Rosario todos los días es un modo de asegurar un contacto diario con la Virgen María, de expresarle todo nuestro afecto, veneración y gratitud. Podemos hacerlo progresivamente y aprovechando esos momentos "vacíos" de nuestra vida: el trayecto hasta el trabajo o el estudio, al hacer deporte, una espera en una cola o el hospital…
No quiero cansaros más. Ha sido mi intención en esta intervención que adquiramos conciencia de la importancia del rezo cotidiano del Santo Rosario, por nuestro propio provecho espiritual, por testimonio de amor a la Madre y como colaboración en la obra redentora de Cristo usándolo como oración de intercesión, pidiendo por los demás. Y, claro, que nos hagamos el propósito de incluirlo a partir de ahora en nuestra actividad diaria. Sin temores, sin vértigos, sin miedos, pero sin auto engaños. Con la seguridad de los beneficios que se derivarán de ello.
Y, sobre todo, como homenaje y tributo de amor y veneración a nuestra Madre, por cumplir lo que tantas veces nos ha pedido: "Hijos, rezad el Rosario"…
Así sea.
Mil gracias por tan hermosa exhortación al rezo del Rosario. E.C.P.P. María
ResponderEliminar