Fieles salen de la parroquia de San Pablo, con la imagen de Jesús Rescatado, al fondo, en el retablo | Foto: Alejandro López |
15 de mayo de 2018
Me preguntaba a mí mismo, haciendo un repaso mental a estas ocho Semanas de Pasión vividas en primera persona desde un cargo de responsabilidad, si algo había cambiado en este tiempo para bien o para mal. Ocho años, casi una década, suficiente tiempo para apreciar cambios, tendencias, consolidaciones, decadencias o quizá no. Veremos.
En 2011 yo era uno de los hermanos mayores más jóvenes. Una nueva generación se incorporaba a la dirección de las hermandades. Hoy, afortunadamente, la siguiente generación ya está al frente de algunas hermandades, sin duda un cambio positivo. Nos queda el reto de la incorporación más numerosa, decidida y efectiva de la mujer a los mayores cargos de responsabilidad. Ya se está produciendo. Ánimo, hermanas.
Dos hermandades más en la calle –una ya existía pero no desfilaba– y con tres imágenes que son y serán referentes en nuestra Semana Santa por calidad artística y por devoción, que ya la tienen.
Procesiones que desaparecieron como la General del Santo Entierro y que provocaron la aparición de cuatro en la tarde del Viernes Santo. El tiempo dirá si fue un acierto, aunque parece que vamos por buen camino. Esto nos lleva a una nueva decisión que sigue encima de la mesa: la tan traída y llevada reestructuración de la Semana Santa. Necesitamos pensarlo bien y plantear, desde la generosidad más absoluta, un plan integral que piense en el futuro y en posibles nuevas incorporaciones que antes o después se van a producir. Aquí tenemos mucho que mejorar.
Un presidente de la Junta de Semana Santa, con reforma estatutaria de por medio, que costó parir, y que espero ayude a seguir creciendo en los próximos años. Destaco en su labor el cambio sustancial del acto del pregón y la excelente elección de los pregoneros. Además, recibimos la Medalla de Oro de nuestra ciudad. Muchas gracias, Salamanca. Evolución positiva, pero no hay que dormirse en los laureles, hay muchos aspectos por mejorar.
Una Asamblea Diocesana en la que participamos en menor número del que hubiera deseado y que poco a poco va dando sus frutos. Seguimos viendo la Iglesia diocesana muy lejos y buena parte de la misma también nos ve lejos. Es imprescindible olvidar viejos prejuicios y trabajar por nuestra diócesis, que nos necesita.
Un Año de la Fe, un Año de la Misericordia. Ambos pasaron con más pena que gloria por la vida de nuestras hermandades; un voto Inmaculista que podía haber sido más fastuoso, pero que se celebró con mucha dignidad y solemnidad.
Una procesión del Corpus que no termina de despertar, pero que algunos seguimos empeñados en no tirar la toalla. Ánimo, hermanos.
Cierta convulsión en algunas hermandades, dimisiones, ceses, procesos electorales complicados o paralizados. No es más que el reflejo de nuestra sociedad, pero no debería serlo de nuestras asociaciones públicas de fieles. Pensemos en los hermanos y no en nosotros mismos. Dentro de otros ocho años, acordaos, casi ninguno estará aquí. Y eso es bueno.
Tantas y tantas reuniones para esto o aquello... y las que nos quedan. Como decía mi párroco Luis Barbero, "cuando vuelva Jesús, no sé si nos encontrará unidos, pero reunidos seguro". Espero que también lo primero.
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