Casa de la Iglesia, en el antiguo Colegio de Calatrava, que alberga los servicios diocesanos a disposición de las cofradías |
02 de mayo de 2018
No son los organigramas ni las reorganizaciones estructurales un fin para la Iglesia. No deben serlo. En cambio, estos medios de los que se dota para la evangelización cobran su sentido si en ella se gastan y se desgastan. Tras la reciente Asamblea Diocesana salmantina se ha alumbrado un nuevo esquema, que aspira a ser más fiel a las necesidades actuales de todas las comunidades eclesiales, y poco a poco se van nombrando nuevos responsables y equipos de laicos, sacerdotes y religiosos para que trabajen en las delegaciones y servicios diocesanos. ¿Grandes cambios? Quizá no resulten muy vistosos, tampoco es momento de descubrir América a estas alturas, pero sí sería considerable la novedad de que las cofradías nos animásemos a utilizar, en el buen sentido de la palabra, estos instrumentos que la Diócesis ofrece.
Evidentemente, en la delegación de Apostolado Laical, traducción más fiel al magisterio conciliar que la de Apostolado Seglar extendida en España, hallan su hábitat natural las cofradías y hermandades, la realidad de laicado asociado más numerosa en la Iglesia salmantina. La delegación de Liturgia, con su sección de Religiosidad Popular, también está llamada a una relación estrecha con el mundo cofradiero. Los proyectos asistenciales y caritativos de nuestras hermandades bien podrían tener conexión con el área de la Pastoral Social, la pastoral juvenil cofrade con su correspondiente delegación diocesana, y surgen más ámbitos en los que encontrar un apoyo: Peregrinaciones, Obras, la Vicaría Judicial, la Administración económica…
No obstante, me detengo en un término que no se empleaba y se ha incorporado: "servicios diocesanos". No hace falta explicar mucho. Servir es verbo bien apegado al Evangelio de Jesús. Cuasi sinónimo. Pienso en dos delegaciones del antiguo esquema que se han transformado en servicios, y no se trata de una degradación sino de una más exacta definición. Me refiero a Medios de Comunicación y a Patrimonio Artístico y Cultural, porque las cofradías podemos tener en estos servicios diocesanos buenos compañeros de fatigas apostólicas.
La comunicación lo es todo… o lo parece. Perfiles en redes sociales, listas de difusión y grupos de Whatsapp, correos electrónicos informativos a los hermanos, las cartas de toda la vida, los boletines y publicaciones, los carteles de cultos… La cofradía se desnuda en lo que dice y en cómo lo dice, y a menudo coge frío y se constipa en la maniobra. No por mala intención, desde luego. Pero trucos hay para prevenirlo. Servirse de este servicio diocesano alguno que otro aportaría al bagaje de secretarios, redactores de revistas y gestores de la comunicación social.
Patrimonio, por su parte, puede acompañar a las cofradías si se animan a conocer mejor su materia prima y a volcarse en el diálogo de la fe con la cultura, que en las hermandades debiera tener uno de sus foros más privilegiados. Quizá para encargar una nueva imagen y pensar en su advocación, para elaborar unas andas o para adjudicar una restauración, para definir bien la recuperación de un elemento antiguo o de un paso perdido (hace un año recobramos el de las Tres Marías ante el Sepulcro vacío, y hay otras imágenes que dejaron de salir), no vendría mal solicitar un informe a este servicio diocesano. No tanto con carácter vinculante sino con el deseo de ser orientados bajo un criterio valioso, y así decidir con mayores elementos de juicio.
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