miércoles, 2 de enero de 2019

Ya vienen los Reyes...

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J. M. Ferreira Cunquero

Detalle del Nacimiento napolitano de las Franciscas Descalzas de Salamanca | Fotografía: JMFC

02 de enero de 2019

Como cada año por estas fechas, la ilusión nos incita a percibir las sombras de los monarcas de la noche más sorprendente y maravillosa, en la que despabilados sueños infantiles poblarán, con temblor de fantasía y magia, instantes nacidos para que existan con verdad los cuentos.

Pero frente a esta costumbre tan nuestra, un año más, el gordinflón cocacolo ha intentado colarse en casa. No conozco a nadie como este viejo rojeras que esgrime con molesta tozudez una meticulosa insistencia en mostrarse cual sugerente oferta de regalos y sonrisas espumosas pasajeras.

El cajonzuelo más atontado de la casa nos vendió con suma terquedad que acogiéramos a tan popular abuelete porque, según cuenta en veinte mil anuncios, trae la felicidad envasada en botellines tres instantes o en alientos de insinuación con enganche consumista. Pero como le declaramos la guerra hace años, conseguimos que los renos desboquen cada año su anual andanza hacia otros hogares conquistados.

En Nochebuena solo entra en casa un Niño capaz de habitarnos los espacios hogareños; un Niño especial que consigue exhalarnos una mirada de familia tradicional, hacia las heladas lontananzas donde tantos hombres sufren la violencia mísera del hambre, la guerra o cualquier otro tipo de vejación mundana; un Niño que sabe tocarnos el corazón cuando intenta nacer dentro de nosotros en cada minuto de cada día, insinuándose como fuente de vida inagotable.

Pero estamos en vísperas del festejo tradicional festivo más hermoso y el recuerdo nos aviva en la memoria lo que fuimos: chavales melocotón atados a las brumas de los años, para renacer ahora entre estos niños que conviven con informáticos juguetes, mientras ansían tocar, como antaño lo hiciéramos nosotros, con dedos infantiles la huella invisible de los Magos.

¿Cómo es posible que esta tradición española tan conseguida esté siendo eclipsada por una figura con diseño mercantil importada hace medio día? El abuelo carcamal esgrime su estrategia como parásito de índole comercial que se ha colado con alevosía y nocturnidad en el corazón de nuestras raíces.

Viene a cuento esta breve reflexión, salvando obstáculos y distancias, en un medio como este, al recordar cómo la Semana Santa procesional va injertando en el tronco de la desmemoria la importación, que bajo el prisma del populismo yutubista, muerde con lentitud, pero con firmeza, el ramaje del encinar cofrade. Todo porque falta una reflexión seria y atinada que nos aglutine en el gran revulsivo religioso y cultural que avive el compromiso cofrade más allá de los gestos simbólicos que, por vacíos, solo sirven para exprimir media lágrima teatrera. Falta, por ejemplo, una eucaristía donde todos vivamos con intensa predisposición la Navidad; una eucaristía que delate la verdad sobre lo que somos y tenemos. Y por supuesto se echa de menos esa fiesta de la Resurrección que debería unirnos a todos en el anochecer más importante del calendario cristiano. La Pascua (si somos 10.000 cofrades, como se cuenta) debería abarrotar la seo y las calles colindantes para dar muestra de lo que es o debe ser una religiosidad popular seria y contundente.

No hemos de olvidar que hay narizotas husmeando por donde nos sale el humo que va apagando la hoguera, para meter la antorcha y foguear el corazón cofrade arraigado a esta tierra desde hace más de cinco siglos. El rumor anticlerical se extiende como una plaga y no basta para defender lo que somos y tenemos hablando de procesiones. El asunto es de más calado y como consecuencia precisa otras pócimas más acordes contra la bacteria anticristiana…


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