lunes, 4 de marzo de 2019

La esperanza en una vida mejor

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Paco Gómez

Nuestra Señora de la Esperanza, rodeada de fieles durante una parada en la Plaza Mayor | Fotografía: Alfonso Barco

04 de marzo de 2019

"Que así habrá más gozo en el cielo de un pecador que se arrepiente, que de noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentimiento"
(San Lucas 15, 7)

A pocos kilómetros de Salamanca, en la carretera de Alba, un grupo de gente, variada, de procedencia, formación y estrato social, luchan con un objetivo común: salir de las adicciones y otros compañeros de viaje indeseables que se van adhiriendo, porque ya habrán oído aquello de que las desgracias casi nunca quieren venir solas. El caso es que este grupo, amplio, comparte el hecho de haber podido entender, en un atisbo de lucidez que uno imagina doloroso, la importancia de dar un paso al frente. Empezar a escalar y poco a poco ir sacando la cabeza.

Estamos en uno de los centros de Proyecto Hombre. Quince años después, han sido más de 250 personas las que han roto su adicción gracias al trabajo de profesionales y voluntarios de la Fundación Alcándara y, muy particularmente, del liderazgo de uno de esos personajes singulares que viniendo de fuera acaba por ser más salmantino que nadie (asumamos que tal carta la confiere querer a esta tierra y, sobre todo, a su gente).

Manuel Muíños, como corresponde a su condición, anda estos días pregonando esperanza. El año pasado a estas alturas retocaba su pregón de la Semana Santa salmantina, con una media sonrisa, imagino, pensando el efecto en el Liceo de algunas de sus atrevidas innovaciones estéticas.

Pero antes y después de aquello la vida sigue. Y la vida de Proyecto Hombre es una vida de lucha y de ir poniendo pequeños granitos de arena. El otro día, en la última visita institucional al centro, Muíños aprovechaba algunos micrófonos para lanzar un mensaje conmovedor de puro sencillo: "Apelo a la sociedad para que sea lo más comprensiva, lo más tolerante, lo más entrañable y lo más acogedora posible con estas personas. O damos una oportunidad de reinserción o esto no sirve".

Y mientras hablaba con las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros, en la ropa de faena de quien tiene cada primero de mes que cuadrar muchas y muchas cuentas para que todo siga funcionando, las palabras de Muíños volvían a explicar una historia vieja como la vida: por qué hay que ir a buscar al cordero extraviado, por qué hay que alegrarse por el regreso del hijo perdido.

"Llevamos quince años de trabajo y agradecemos la comprensión y apoyo de Salamanca, porque yo sé que no es fácil, hay dificultades que nadie mejor que nosotros que estamos aquí todos los días podemos entender, pero también sé lo gratificante que es; porque el cambio de una sola persona hace mejor a toda la sociedad".

Ni más ni menos. Tender la mano y dar una oportunidad a quien la necesita. A quien se equivocó (¿pero quién no se ha equivocado?) pero lucha por volver al camino. Acuérdense cuando la madrugada del próximo Viernes Santo ese grupo de personas camine detrás de un manto verde. Irán tras la esperanza de una vida mejor, que es cosa de los del cielo pero también de los de la tierra.

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