María Stma. de la Caridad y el Consuelo ataviada de tres originales y diferentes modos que buscan potenciar su devoción |
10 de mayo de 2019
Desde el punto de vista artístico, la pasada Semana Santa nos ha brindado momentos llenos de arte y pasión en las calles salmantinas. Sutiles detalles que unido al rico patrimonio artístico engrandecen nuestra semana de Pasión, comenzando por el emocionante y sentido pregón de Abraham Coco bellamente ilustrado en su edición impresa por la genialidad de Andrés Alén, pasando por la espiritualidad que desprende la Hermandad Franciscana acompañando a su magnífico Cristo de la Humildad de Mayoral honrado en el Patio Chico por voces gregorianas, o la austeridad del cortejo que acompaña al Cristo de la Liberación precedido por las impresionantes tavolettas de Jerónimo Prieto. Ciertamente, las inclemencias meteorológicas han impedido la contemplación de excelentes tallas y el disfrute de hermosos momentos, pero sí que tuvimos la oportunidad de contemplar en todo su esplendor la talla de María Santísima de la Caridad y del Consuelo magníficamente ataviada para realizar su estación de penitencia acompañando a Nuestro Padre Jesús Despojado de sus vestiduras. Un atavío que potenciaba la devoción de la imagen gracias a la disposición de prendas y aderezos y al magistral uso de tejidos y bordados que hacen de esta talla la mejor vestida de la Semana Santa Salmantina.
María Santísima de la Caridad y del Consuelo es una talla de vestir realizada por el imaginero cordobés Francisco Romero Zafra en madera de cedro real. Se concibe con una Virgen Dolorosa de suave modelado y fina policromía, siguiendo los cánones andaluces. Su rostro ovalado, de ojos castaños, se contrae delicadamente por el dolor que siente, seis lágrimas de cristal corren por sus mejillas mientras sus manos se abren a la altura del pecho para mostrar los atributos que la acompañan: rosario y pañuelo. Llama la atención su mirada casi al frente, de expresión dulce, calmada pese al sufrimiento experimentado ante la Pasión de Jesucristo. Su actitud es de acogimiento y consuelo. Sus dulces rasgos conjuntan a la perfección con el maravilloso rostrillo que la imagen estrenaba el pasado Domingo de Ramos. Configurado en un tejido del siglo XIX al que se aplica un bordado al estilo charro, la pieza enmarca perfectamente el rostro en un delicado equilibrio que denota el laborioso proceso utilizado por el vestidor y su equipo para dotar de personalidad a una imagen inerte que cobra vida bajo su característico manto azul. La saya de terciopelo blanco roto, las delicadas puntillas de sus mangas, el fajín que adorna la cintura, los originales bordados, sedas antiguas en la pechera y delicados brocados se aplican con suavidad y elegancia otorgando a la imagen una gran prestancia contribuyendo así a potenciar la labor realizada por el imaginero.
Verdaderamente los vestidores de las imágenes tienen un don que no es fácil de conseguir: convertir a la imagen en devoción, gracias a la disposición de las prendas y del ajuar. Tarea que tiene algo de rito y mucho de arte. Un laborioso proceso que debe guardar el equilibrio más delicado para forjar la personalidad que una imagen necesita. Se trata de dar vida a la madera haciendo arte con las telas, los encajes y las joyas, siempre buscando la idiosincrasia de la imagen, siendo fiel a la tradición pero con algún guiño a la modernidad de los tiempos.
Atrás quedan las épocas en las que las Dolorosas se vestían siguiendo los ornatos implantados por la realeza, como cuando la reina Isabel de Valois le encarga a Gaspar Becerra una imagen de candelero que siguiera el modelo de una Virgen de la Soledad que ella tenía en su cuarto a la que finalmente se coloca el vestido de la Condesa viuda de Urueña, lejos la severa austeridad implantada durante la República o las estrecheces de la Guerra Civil y sus años posteriores, atrás también la influencia que ejerció el mundo del cine con la imitación de los drapeados utilizados por las actrices de Hollywood como Rita Hayworth que tanta importancia tuvieron en ciudades como Sevilla, o el uso de tocados de tul plenos de soltura como si de pinturas de Murillo se trataran. Modas que se extendían a través de los devocionarios. Algo impensable en nuestros días donde la inmediatez de internet nos permite tener las imágenes de las tallas vestidas aun antes de su salida penitencial. De ahí la importancia del estilo de vestir una talla, de su idiosincrasia. El atavío, pues, define a la imagen que fijará con el tiempo un modelo icónico, un sello. Las Vírgenes se diferencian no solo por su advocación sino también por su estilo. Hacer que una imagen luzca perfectamente ataviada es algo más que ponerla bonita, es acercarla a sus fieles a través de la vista. Todo un arte para el que muy pocos están capacitados.
Desde hace un tiempo la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Despojado y María Santísima de la Caridad y del Consuelo viene respaldado la labor realizada por su vestidor, el joven Óscar Rodríguez San Dionisio, sus ayudantes y camareras que se esfuerzan por singularizar la imagen de la Virgen explorando al máximo las posibilidades estéticas de los ornamentos pero sin alterar la obra del escultor, intentando fijar en el devocionario salmantino esta nueva advocación de la Caridad y el Consuelo. Para ello no dudan en acoplar tejidos antiguos, vetustas sedas e incluso aplicaciones de bordado charro en el ajuar de la Virgen, como por ejemplo los que lució la imagen con motivo de la festividad del Rosario: una saya al estilo de nuestro traje charro, a la que se añadían un dengue, una cinta y finos aderezos de oro en filigrana. Vestimenta que ha marcado un antes y un después en la historia de esta hermandad. Así lo reconocía Álvaro Gómez, Hermano Mayor, en el último número de la revista Christus. Desde la incorporación de la Virgen al desfile procesional se busca dar un sello personal a esta imagen. Sin duda alguna, la sensibilidad y gusto estético de Óscar Rodríguez San Dionisio, que se está formando junto al escultor e imaginero sevillano Darío Fernández, sabrá dar la prestancia necesaria a su atuendo y dignificar aún más el dulce rostro tallado por la gubia de Romero Zafra sin caer en imitaciones innecesarias y teniendo en cuenta el contexto y la personalidad salmantina. Magnífica también la gloria central del palio que acompaña a la Virgen con una versión de la Misericordia de María realizada también por Óscar Rodríguez sobre tabla, de ese modo las advocaciones de la Misericordia, la Caridad y el Consuelo acompañan la imagen de la Virgen en su estación de penitencia.
Que estos detalles sirvan para engalanar y engrandecer nuestra Semana Santa haciendo del vestir de las imágenes todo un arte, confrontando las imágenes con todo aquello que pueda potenciarlas en aras de la devoción y el misterio.
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