Don Pedro, capellán de la Vera Cruz, en la procesión del Corpus del pasado domingo | Fotografía: Pablo de la Peña |
28 de junio de 2019
–¡Buenas tardes!
–¿Sí? ¿Qué quería?
–Venía a traer "esto" para don Pedro.
– Pues no está. Está en su otro "trabajo". Ya sabe en el tanatorio. ¡Qué gran persona es don Pedro! El otro día le hicieron un homenaje...
– Sí, sí. Si yo venía a eso. Le traigo este galardón, que es el que le entregamos en el homenaje, porque faltaba un detalle...
– ¡Ah! Son ustedes... Pues, se lo merecía. ¡Qué gran persona es don Pedro!
Esta es, más o menos, la conversación con la que, una vez depositado allí la escultura correspondiente al galardón Rodríguez Pascual 2019, se cierra el homenaje a don Pedro López, salesiano don Bosco, y el curso en la Tertulia Cofrade Pasión.
El portero del colegio Salesiano de Pizarrales es... yo diría que como cualquier portero de colegio o convento. Un hombre de edad, sencillo, con cara de soportar sonriente los envites de esos alumnos que ahora ya andan de vacaciones y pendiente de cuanto pasa a su alrededor, intra y extramuros, que para eso está en los límites. Pues este hombre de religión, salesiano también, al que no tuve el acierto de preguntar el nombre, me dijo que don Pedro es un buen hombre... más que otros buenos hombres. Y eso, dicho por un compañero de casa es mucho.
No me sorprende que Pedro López, quien cuenta con su particular modo cómo fue designado capellán de la Vera Cruz por el obispo Braulio, cómo se enamoró de los actos del quinto centenario de la cofradía, cómo sufrió el proceso de comisariado en el que se vio obligatoriamente inmerso y del que salió exitoso, cuánto le ha dolido la marcha de las Esclavas del Santísimo o cómo hay por ahí "algunos" cofrades de la Vera Cruz en los que se apoyó y se sigue apoyando para continuar con una vida de servicio en la que la humildad, que él no reconoce como buen humilde, es el aura que rodea a este hombre bueno que acepta cuanto debe con obediencia y una sonrisa.
Su capellanía en la cofradía decana durante los últimos casi veinte años ha "coincidido" con momentos de esplendor que la Vera Cruz llevaba tiempos sin conocer. Esta casualidad está íntimamente ligada a este hombre, quien desde su llegada, desconocedor del mundo cofrade y de la Semana Santa popular, se fue haciendo un huequecito en el que poco a poco ha ido aprendiendo al tiempo que se ha ido haciendo imprescindible y es ya, por méritos propios, uno más en la Semana Santa de Salamanca; uno de los nuestros. Y parece que le gusta.
Pues yo, en mi nombre y arrogándome la representación de la entidad editora de estas páginas, manifiesto mi satisfacción por este reconocimiento, me alegro de haber estado junto a él en el sencillo pero cálido homenaje que le hemos tributado quienes le queremos y me enorgullezco de contarme entre quienes admiramos a Pedro López, un salesiano de Pizarrales que colabora en los actos de religión del tanatorio, que es capellán de la Cofradía de la Vera Cruz y que es una gran persona. Haciendo constar que esto último no lo digo yo; lo dice quien sabe más y mejor que yo: un miembro de su comunidad que ejercía de portero cuando llevé el galardón. Me uno sin ningún reparo a esta consideración y proclamo que este hombre es un buen hombre.
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