En primer plano, José Luis García Moyano, nuevo consiliario general para las cofradías | Foto: Pablo de la Peña |
18 de diciembre de 2019
Aún no hace un par de días que hizo su presentación en sociedad el nuevo –flamante diría yo–consiliario general para las cofradías, el Muy Ilustre Señor canónigo don José Luis Sánchez Moyano.
Tras un periodo, largo periodo, en el que ha estado desempeñando su cargo por designación in pectore o por relajación diocesana, finalmente pudo salir a la palestra con su nombramiento formalizado, signado y rubricado. Y lo ha hecho aprovechando la también presentación en sociedad de esas Normas Diocesanas para las Cofradías que tras larga preñez, y concebidas durante aquella Asamblea de renovación misionera de la Diócesis de Salamanca convocada mediado el año 2015, han visto la luz con la confianza de casi todos en que no sea el parto de los montes.
Así pues, vienen de la mano las Normas y quien va a tener que velar, al menos de forma visible, por su aplicación. Se nos presentan al tiempo y confiamos en su perdurabilidad. De ambos dos.
De las Normas poco más que decir que no haya sido dicho. Aunque no está de más insistir en que su aplicación, sin cortapisas ni variados raseros, sea para el bien de cuantos formamos parte de esta pequeña aldea diocesana que son las cofradías y su tantas veces denostada piedad popular. Que todos somos conscientes de que hay situaciones que están necesitando la regulación inmediata por aplicación de este texto legal para ver si con ello se encuentran soluciones, se arreglan las cosas y se demuestra que el trabajo de quienes fueron comisionados para la redacción de capítulos y artículos no fue vano. Que hay cofradías y hermandades que están pidiendo a gritos la aplicación de estas Normas como posible vía de solución de problemas de variable calado pero todos ellos más o menos enquistados y sin visos de solución sencilla.
Ha servido también esta presentación de Normas y consiliario para, enmarcado en el programa de pastoral cofrade para este curso, abrir el plazo de inscripción en el "curso formativo para dirigentes de cofradías" abierto a cuantos cofrades manifiesten su interés y requisito impuesto por las Normas para acceder a determinados puestos directivos en las cofradías. Sé de comentarios escépticos hacia esta novedad para nuestros dirigentes –presentes y futuros–, pero sé también que nada nuevo se asienta con completa anuencia en el momento de su implantación y que necesita un recorrido, azaroso en sus inicios, para que el escepticismo se vaya tornando consenso y consentimiento, sobre todo si se demuestra la validez de la propuesta. Y el curso nace apremiando, pues será mediado el mes de enero cuando tenga lugar. Seguro que no somos muchos los interesados (no sé si algunos que ya han ostentado cargo estarían obligados de cara al futuro o si la experiencia adquirida se reconoce en el currículo), pero por pocos que sean los alumnos no debe renunciarse a su impartición y así, poco a poco, y con un programa adecuado, borrar del recuerdo otros cursos cofrades de trayectoria descendente según avanzaron las ediciones.
Pero, y vuelvo a mi entradilla o primer párrafo, el motivo de este texto es la confirmación social de José Luis, ese que no deja de ser párroco de San Pedro en Tejares por muchos cargos que le lluevan, como el interlocutor necesario entre la diócesis y sus cofradías. Una confirmación esperada por muchos y que, por poco que haga (y sé que lo hará porque así lo demuestra), superará a quienes le precedieron en tiempos cercanos o más remotos. Porque José Luis es un cura comprometido para estos compromisos, en los que, aunque sólo sea por su afabilidad, será un interlocutor apreciado.
Eso sí, no nos quedemos en lisonjas y parabienes, que lo que hay por delante es un camino árido y con los tojos apuntando a cualquiera que se adentre a recorrerlo. Que hay cofradías y hermandades e incluso congregaciones que están pidiendo, unas a gritos y otras con un poco más de calma, que alguien –la diócesis– les eche una mano en unos problemas que se les vienen encima, que provocarán casi seguros roces entre cofrades y cofradías y que se les escapan de las manos por motivos que no soy quien para juzgar. Seguro que las Normas, correctamente aplicadas por José Luis como cabeza visible de un equipo, que seguro pronto conoceremos, pueden servir para ayudar a quienes ahora se ven con el agua al cuello. Seguro que las Normas pueden servir para que nuestras cofradías puedan vivir tiempos mejores.
Sea pues bienvenido nuestro consiliario general y sean bienvenidas las Normas que nos rijan, para bien, por supuesto.
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