Detalle del Cristo de la Buena Muerte a su paso por la iglesia de San Martín | Foto: JMFC |
20 de mayo de 2020
‒Me dicen desde Matacán, que en una hora lluvia y en dos diluvio.
‒¡Qué mala suerte!
‒Lo aseguran tal como te digo. Mucha lluvia. Mucha…
‒Vale, gracias por el aviso, lo tendré en cuenta.
El cofrade mayor de la hermandad, muy contrariado, comunicó la información oficial recibida a sus compañeros de junta y entre todos, por un compromiso ¿cristiano? con su imagen que por milagrera tiene muchos devotos, no tardaron en decidir lo que debía hacerse.
‒Hermanos, puede ser que caiga algo de lluvia, incluso que nuestras zapatillas empapadas nos hagan sentir el frío helador que hace esta noche. Pero la junta de gobierno ha decidido que vamos salir por él, porque es nuestro sagrado titular y porque tenemos que demostrarle que le queremos, con nuestro sacrificio.
El dirigente de la hermandad no pudo concluir sus palabras, pues todos los cofrades que abarrotaban la iglesia aplaudieron al unísono gritando entre abrazos con cierta euforia: ¡Viva nuestro cofrade mayor!
Era tan cortante la heladura que no hubo público en la calle que pudiese certificar la gran hazaña de aquellos penitentes, que herían con gran fe las honduras de la noche.
Como si todos los ángeles estuviesen volcando barreñadas de agua, un imparable torrente, como plomo, empezó a caer del cielo. Los cofrades se vieron obligados a deshacer las metódicas filas y a todo correr buscaron refugio en los escasos portales que ofrecía el largo recorrido.
Como el vendaval no dejaba a los encargados del paso cubrir con cierta garantía la imagen, el experimentado jefe del paso llegó a decir, con suma autoridad: Un buen frote con las bayetas que tenemos preparadas en la iglesia lo va a dejar más guapo que nunca. Si ha aguantado mil mojaduras en 300 años, por una más no pasa nada.
Y así, aquella imagen tan milagrosa salió a la calle un anochecer con certificado de lluvia garantizada. Una talla que, siendo propiedad de la Iglesia y no de la cofradía, en manos de la insensatez sufrió un posible ataque en el corazón más sagrado de su valor artístico.
Lo grave es que los feligreses y la Iglesia permiten estas desdichas que afectan a todos los que pertenecemos a la gran familia católica y a quienes a través de los tiempos seguirán heredando el intemporal espíritu cofrade.
Incluso las imágenes que son propiedad de las cofradías deberían tener una protección cautelar por parte de quienes son responsables de su custodia, ya que las obras de arte se convierten por sí mismas, a través del valor de la historia, en un patrimonio que no hace distinción entre creyentes y ateos, pues el gozo de la belleza artística es un derecho que debe ser resguardado por el bien común con sumo celo.
Alguien debe poner coto a estos desmanes, que por falta de formación una y otra vez se producen, en unos casos por dejación de funciones y en otros por ese pánico a poner las cosas en su sitio, no vaya a ser que se revuelva la prebe…
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