16-12-2020
«Quod contingit caso improviso absque omni culpa, nemini imputari potest»
La Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte de Zamora se ha convertido, hace apenas unos días, en la primera gran cofradía de Castilla y León en anunciar que suspende su procesión en el año 2021. Su decisión de anticiparse a cualquier posible especulación respecto a su Lunes Santo es un gesto lleno de prudencia y sensatez y marca claramente el camino que debería seguirse por el resto del mundo cofrade. Cuanto antes mejor.
Las procesiones en la Semana Santa 2021 es algo en lo que no se piensa… pero se piensa. Aunque en los corrillos cofrades nadie abiertamente considera ni siquiera medianamente posible que en apenas cuatro meses podamos estar celebrando de nuevo nuestras procesiones y salidas penitenciales como si nada hubiera pasado, lo cierto es que, con la notable excepción zamorana, nadie hasta ahora ha dado en la mesa con el mazo de lo inapelable.
Y eso es tanto como decir que, de momento, todo es posible. Las vacunas quizá, la inmunidad de grupo, a ver cómo evoluciona todo… la Semana Santa pasada fue una espina muy dolorosa para algunas personas y hay cierta reticencia a asumir que la próxima tampoco se podrá salir a la calle a cumplir con los ritos ancestrales.
Por eso, creo que es conveniente que lo antes posible las juntas rectoras de la Semana Santa en Castilla y León lleguen a un punto común que, al igual que en marzo de este año, anuncie la cancelación oficial de las procesiones en toda la comunidad.
Sería una forma de evitar cualquier tipo de suspicacia o ventajismo –ya sabemos que las celebraciones procesionales tienen muchas vertientes y están rodeadas también por otros intereses paralelos, lícitos pero externos, donde pesan por ejemplo vectores económicos después de un año muy complicado para todos–, y permitir en cambio a las hermandades y cofradías centrarse en lo esencial.
Tal vez no es lo más agradable ni entraba en nuestros planes, pero, como todo lo imprevisto, no es culpa de nadie. En lo que sí habría culpa, quizá, es en no ser capaz de leer la nueva situación y no asumir que ahora la principal misión pasa por estar al lado de la sociedad y de los hermanos más vulnerables de cada una de las cofradías.
Porque es insoslayable que en nuestra sociedad hay muchas personas pasando serias dificultades. Baste pensar que la petición de ayuda al Comedor de los Pobres se ha triplicado desde el pasado mes de marzo y es solo una gota en medio del mar. Las personas en situación de ERTE, el bloqueo del mercado laboral, el incremento del paro que es posible que aguarde a la vuelta de la esquina, los cierres sectoriales que como el de la hostelería han golpeado con dureza pilares económicos de la ciudad… son realidades tristes que ponen a las cofradías ante una tesitura amarga pero ineludible.
Es el momento de ir de frente y estar al lado de quienes lo necesitan. Y eso, aunque siempre será un factor muy relevante, no solo quiere decir ayuda económica. Habrá personas que se sientan solas o con miedo a salir a la calle, o que necesiten ayuda para poder completar lo básico de su cesta de la compra.
Ahí tiene que brillar con fuerza la Semana Santa en la que yo creo. Cada uno dentro de sus posibilidades pero con fuerte compromiso. Es el son que ahora suena y al que hay que amoldarse. No cabe pensar en cuotas, papeletas, salidas extraordinarias o engrandecer pasos y tallas. No es el momento, no. Porque por encima de lo importante está lo esencial.
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