26-03-2021
Ha pasado todo un año y, como si el tiempo hubiera hecho foto fija deteniendo todos los relojes, damos fin a otra cuaresma con la seguridad de que hoy, Viernes de Dolores, no hay Via Matris ni traslado de Cristo de la Liberación desde el cementerio a su capilla arzobispal, hoy ocupada por mamparas, jeringas, sanitarios y docentes.
Pero no hay
razón para no hacer el camino de la Madre, aun en la intimidad, recorriendo
esos pasajes que los cofrades de la Veracruz han convertido ya en
tradicionales. Y tampoco hay razón que nos impida acompañar a Cristo en su
traslado popular, aunque ese Cristo vaya amparado únicamente en los banzos de
nuestros sentimientos.
Sí, hoy
comienza la Semana Santa y las calles no verán pasos pero pueden ver imágenes.
A pesar de imposiciones, restricciones, normas o caprichos –que a uno a veces
le hacen dudar–, todos podremos hacer nuestros recorridos, pisar nuestras
calles penitenciales en oración silente y cargar con nuestros pasos, llevar
nuestros cirios o soportar nuestra cruz aunque a vista de los otros, sea poco
más que un paseo de los que, gracias al cielo, este año sí que podemos dar.
Hacemos Semana
Santa de actos íntimos –digo en la intimidad de nuestros templos–, más allá de
ese compromiso de callejear nuestra fe con el que todos nos hicimos cofrades.
Una Semana Santa en la que, todos estamos de acuerdo, echaremos de menos los
olores del incienso en las calles, el redoblar de los tambores y el sonido
apagado y cadencioso de los pasos nazarenos, pero que no por ello va a impedir
que estrenemos en Domingo, que hagamos las visitas a los Monumentos, que
participemos en nuestros Oficios de Tinieblas y entonemos nuestro Miserere, que
hagamos estación de penitencia o que, como siempre, celebremos la Pascua,
litúrgica y profanamente, que ese Domingo también será día de liberarse de
ayunos y abstinencias.
Son estos, a
los que este Viernes de Dolores abre las puertas, días de celebrar y debemos
animarnos a celebrar casi como siempre. Hagamos procesiones como nunca y
acompañemos a nuestras imágenes en los templos y en el corazón. Llevemos a
Nuestra Señora de los Dolores por sus calles aunque no esté esperando nadie en
la Biserica Ortodoxa Rumana para hacer ecumenismo y pongamos nuestros hombros
para soportar el peso del Cristo de la Liberación y dejarlo en su capilla del
Colegio aunque el balcón del arzobispo permanezca cerrado, como desde hace
siglos.
Y, por
supuesto, celebremos la Pascua de Resurrección, día central en nuestra vida
cofrade y cristiana, con el olor de la cera aún caliente en nuestro recuerdo.
No perdamos ni nuestra fe ni nuestras tradiciones.
¡Feliz Pascua!
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