Sucedió en 1986, en una tarde fría de marzo. Jesús Ricardo Rasueros leía sus versos ante el Cristo de la Agonía Redentora, en el coro de la Catedral Nueva de Salamanca. Había nacido El poeta ante la cruz, un acto a medio camino entre lo religioso y cultural destinado, sin que sus promotores lo supieran, a dar mucho lustre a las letras salmantinas.
De El Poeta ante la cruz se ha escrito mucho y bien y con
merecimiento. Es el acto por antonomasia de nuestras cofradías. ¿Acaso hay
otro, fuera de las procesiones o cultos populares de afluencia numerosa, que
genere más comentarios, entrevistas, artículos o reflexiones? No es un acto
masivo ni nunca lo va a ser, porque la poesía siempre será minoritaria. Y sin embargo
es unánimemente valorado por su trayectoria y calidad más que contrastada.
Sucedió en 2021, treinta y cinco
años después, en una tarde lluviosa del último día de octubre. La Cofradía
Penitencial de Cristo Yacente celebraba su fiesta anual. Jesús Ricardo Rasueros
volvía a protagonizar el acto de El poeta
ante la cruz. Esta vez puso la voz Luis Felipe Delgado de Castro, un animal
radiofónico que colgó el micrófono para dedicarse a otros menesteres, que vive
con intensidad la Semana Santa y comparte actividad y afectos entre sus dos
ciudades, Zamora y Salamanca.
Rasueros murió el mismo año que
fungió como poeta ante la cruz del Cristo santo en su agonía redentora. Y sus
versos quedaron entre la pila de papeles que dejó sin clasificar. Entonces no
se intuía la trascendencia del acto, ni se pensaba siquiera que los poemas
podían llegar a publicarse. Cuando la cofradía editó el recopilatorio de los
veinticinco años del acto los versos de Rasueros no estaban. Nada se sabía de
ellos y se dieron por perdidos. Pero hace unos meses, por una serie continuada
de casualidades entre personas interpuestas, la cofradía tuvo conocimiento de
que la familia, ordenando los papeles del poeta y trascribiendo su obra para
que no se perdiera, disponía del poemario. De ahí surgió la idea de publicarlo
y celebrar un acto extraordinario.
Con los rituales de siempre volvieron
a sonar las esquilas y el tambor por las naves de la catedral y el coro
Francisco Salinas, un año más, llenó musicalmente el ambiente sus voces.
Después, la reviviscencia de los orígenes hizo aflorar las emociones, sobre
todo en el hermano mayor, Julián Alcántara, uno de los pocos allí presentes que
estuvo en ese mismo lugar en 1986. Los hijos del poeta, Vicente y María Teresa,
también lo vivieron con intensidad. Los demás, que no podíamos recordar porque
no estuvimos aquel año, compartimos junto a ellos ese momento evocador, en
recuerdo y homenaje de Ricardo Rasueros, el primer poeta ante la cruz.
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