17-11-2021
El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
(Antonio Machado)
El ritmo de la vida apremia y, mientras miramos de reojo el posible advenimiento de la sexta ola (esta pandemia tiene más volúmenes que los Episodios Nacionales) la Semana Santa trata de hacer como si nada, como si esta vez sí que sí. Ya hemos vuelto a sentir la emoción de una procesión en la calle y hoy mismo, si no hay nada que lo impida, tendremos oficialmente cartel. En pocas horas la Feria de Turismo de Interior, INTUR, levanta sus telas y es de rigor que la Semana Santa de Salamanca se presente con sus mejores galas.
Otra vez la responsabilidad de pasear la imagen de las celebraciones salmantinas por el mundo ha recaído en Manuel López, esta vez con una imagen de la primera procesión del Cristo de la Humildad por las calles de Salamanca.
Con Manolo ya tuve oportunidad de hablar largo y tendido, en aquellos tiempos en los que en la mesa del bar, junto al café, no era necesario tener a mano la mascarilla, con motivo de su anterior cartel. Desde entonces lo respeto y admiro a partes iguales, porque además de un fotógrafo excepcional premia a quienes le rodean con una generosidad extrema de la que estos años se han podido beneficiar los lectores de Christus.
En fin, era aquella primera ocasión la charla en torno a ese disparo que captó al Cristo de los Doctrinos que echaba a andar a mitad de la Compañía. Esta vez es la imagen de Mayoral (que además, para los más observadores, también está presente en la fotografía) subiendo por Tostado.
Reconoce Manolo que esta foto le ha salido «más clásica», aunque tras ese instante que puede parecer inocente, se encuentra todo un minucioso estudio de posibilidades, ángulos, juego de objetivos y diafragmas hasta ofrecer una imagen que ha cautivado por lo distinto. «Yo solo me puse en los escalones de Anaya, la luz hizo el resto», me dijo, modesto, hace unos días.
Se da la circunstancia de que este año el concurso estrena un premio especial para el segundo clasificado, ser portada de la revista de la Junta de Semana Santa. Distinción que ha recaído en una foto sensacional de la procesión del Nazareno realizada por Pablo de la Peña. Pasará a esa amable posteridad de quienes coleccionan esta revista una portada elegante y cuidada, como es la foto de Pablo. Compañero y amigo desde hace años y del que he aprendido a apreciar la limpieza de su mirada de fotógrafo. Como siempre, ellos ven más que nosotros, no se empeñen, no hay manera. El instante, la inclinación precisa, el tele para que el ojo, que tiene una auténtica galería humana al paso de la procesión por la plaza del Mercado, sepa dónde hay que mirar.
Y, en fin, quería hablar de Mario Hernández. Él es quien inaugura el nuevo accésit que da al concurso de fotos de Semana Santa la tan reclamada «cota monumental». Cuando lo conocí en persona me deslumbró la pasión que pone en todo lo que hace un joven que, ojalá, seguramente tenga un largo recorrido en la foto cofrade. Esa imagen de la entrada un Viernes Santo del Cristo de la Buena Muerte tiene en ese ángulo extraño una explicación sencilla: Mario, que nació con espina bífida, había sido operado por entonces y asistía a todas las procesiones con su cámara y en silla de ruedas. Tanta pasión, tanta entrega, tanta espera en el frío al momento oportuno y como si fuera una especie de recompensa poética al más humilde –Mario ni siquiera había solicitado la acreditación de fotógrafo, sino que esperaba pacientemente en su sitio tras la valla–, llegó un accésit que le sabe a pura gloria.
Si quitamos el blanco y negro que las tres comparten, cada foto es un tratado de una manera de entender la imagen cofrade y el reflejo de tres trayectorias singulares. Sin embargo, lo importante verdaderamente es que tras cada una de ellas laten corazones inmensos. Qué importante es ese ojo que ve lo que tú no ves, pero lo cierto es que habiendo corazón, lo demás, casi siempre, viene rodado.
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