viernes, 14 de enero de 2022

Piedad y acierto

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 Paco Gómez

Nuestro obispo, José Luis Retana rezando en la capilla de la Piedad | Foto: Óscar García (Diócesis de Salamanca)

No podemos aspirar a un mundo nuevo
permaneciendo sumergidos en nuestros personales egoísmos
(José Luis Retana, homilía 9 de enero de 2022,
Catedral Nueva de Salamanca)

Si alguna idea recurrente he tenido cada vez que he acompañado a algún amigo a una visita turística por Salamanca, subrayando tal o cual rincón único, siempre bajo mis propios gustos personales inevitablemente, ha sido la de lamentar que los que hemos nacido aquí nunca hemos tenido ese «momento cero», sino que nos hemos ido haciendo todo uno con la ciudad con el transcurso de nuestros años. Vida y paisaje. Sin saber precisar exactamente el día que descubrimos el atardecer dorando la piedra o la primera mañana en la que nos sentimos privilegiados en el inmenso salón de la Plaza Mayor.

Algo así pensaba este domingo cuando a través de la pantalla iba narrando los primeros pasos de nuestro nuevo obispo. A la fuerza José Luis Retana, que ha sido vecino de esta ciudad en anteriores etapas, ha tenido que conocer Salamanca y, sin duda, la Catedral. Pero no me digan que la imagen no tiene toda la fuerza del mundo: entrar en el templo mayor de la diócesis por la puerta que se ha abierto solo para ti, precedido de un cortejo largo, abierto por sus ciriales y su cruz, avanzar por la nave inmensa, por las bóvedas cruzadas que parecen otro cielo bajo el cielo y, de repente, llegar hasta la capilla. Hasta esa capilla.

Aderezada para la ocasión, el lugar de la primera oración del todavía obispo electo dejaba ver el brillo impresionante de una de las joyas de la Semana Santa salmantina: Nuestra Señora de los Dolores, simplemente La Piedad de Carmona para el mundo cofrade.

Supongo, aunque ojalá tenga ocasión de preguntárselo personalmente a don José Luis, que en esos momentos quizá la cabeza está pendiente de tantos detalles que es imposible asimilar todo lo que sale al paso. Pero difícilmente puede encontrarse mejor punto de partida para casi nada que toparse en medio de ese templo inmenso con la que está considerada como una de las obras maestras de la escultura española de todos los tiempos.

Si los flashes, las cámaras, las circunstancias, las urgencias de un momento solemne pero a la fuerza rápido no lo impidieron, quizá el nuevo obispo se dejara cautivar, como muchos hemos hecho tantas veces, por ese rostro de la madre, lleno de un dolor contenido singular. Ese gesto que lleva consolando a generaciones de salmantinos desde mediados del siglo XVIII.

Si no fue así, seguramente tomara nota mental de la necesidad de regresar con calma a contemplar un conjunto que sale verdaderamente de lo normal. Sea como fuere, la imagen no deja de tener su simbolismo, más allá de que el mundo de la Semana Santa se presentara con tanta evidencia en un momento tan crucial.

La Piedad de Carmona, como todas las obras procesionarias, sufría un desgaste evidente cuando llegó en el año 2007 a las manos del prestigioso taller de restauración Uffizzi (que en aquella ocasión descartó mover la imagen de su capilla y acometió los trabajos in situ). Nada muy grave. Al menos no demasiado. Grietas superficiales, oxidación, alguna pérdida. Cosillas que de no haber actuado entonces tal vez sí hubieran comprometido el futuro de este tesoro.

Y así, quizá, se encuentra el nuevo obispo la Semana Santa salmantina. Con un gran fondo pero cierto desgaste en muchos aspectos, con alguna grieta más preocupante que otra, con una sangre que, por suerte, no ha llegado al río. Nuestras cosas, ya saben, pero qué bien que nos viene un paso por el taller, un nuevo impulso, un nuevo aliento que sin restar el protagonismo laico en las cofradías no olvide que este es un mundo siempre necesitado de cercanía, afecto y orientación.

«Vengo a Salamanca a trabajar generosamente y a entregar la vida», dijo el nuevo obispo en sus primeras palabras. Sin llegar a ese extremo, poco tardará en darse cuenta de que esta plaza no es nada fácil (y menos multiplicadas las dificultades por dos), pero no sería una mala receta tomar como referencia ese primer momento para afrontar los problemas: piedad. Y acierto, claro.


 


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