La Piedad de Carmona | Foto: jmfcunquero |
Me siento ridículo cuando alguien, en mi presencia, dice aquello de que la Semana Santa Procesional salmantina es, sin ninguna duda, la mejor de España. Y lo peor es que hay gente que hace suyo este eslogan para defenderlo gracias a esa falta de autocrítica que trasforma las calles salmantinas en la carrera oficial sevillana o en los momentos cumbres de Zamora, Málaga o Valladolid, por poner algunos ejemplos.
Estas afirmaciones tan atrevidas como grotescas, se pueden admitir en el presidente de la Junta de Semana Santa de Salamanca, cuando anda metido en faenas turístico culturales, defendiendo o captando la pasta que, a base de acuerdos con los políticos municipales y autonómicos, se precisa para restauraciones y necesidades cofrades de todo tipo. Pero fuera de ese contexto, sería exigible, por el bien de todos, ser realistas mientras se fija la atención en modificar todas esas situaciones bochornosas que se aprecian a simple vista.
Recuerdo los principios de la Tertulia Cofrade Pasión, cuando sus socios eran considerados unos proscritos, al irrumpir, como grupo crítico, en una Semana Santa que nada tiene que ver con la que disfrutamos en este tiempo.
Podíamos recordar, como ejemplo, aquellos pasos que se llevaban de forma calamitosa con aspavientos exagerados en una competición afrentosa, que daba el cante buscando el aplauso. La campaña de la Tertulia en ese sentido, fue causando un lento efecto, dando los frutos que hoy pueden apreciarse en la práctica totalidad de las procesiones de nuestra ciudad.
Y no vamos a hablar de nuestros carteles o de la revista Pasión en Salamanca. Entonces se decía aquello de que solo podía existir el cartel y la revista oficial de la Junta. Hoy gracias a ese pausado acoplamiento de ideas y pasiones, podemos disfrutar de varias publicaciones y son diversos los carteles cofrades que anuncian o resaltan (esto es lo importante) los distintos y significativos actos cofrades.
Pero cuando me reafirmo en que esta Semana Santa nuestra sigue un tanto despistada por los paisajes de la autocomplacencia, nunca quiero decir que no tengamos todos los ingredientes para conquistar ese trono donde se sitúan las grandes semanas santas de España y del cual, por razones obviamente comprobables, estamos demasiado lejos.
¿Ingredientes? Todos y de la mejor calidad que pudiera haberse adquirido en estos más de 500 años de existencia cofrade.
Los recorridos de nuestras procesiones los pone una ciudad de embrujo labrado sobre sus oros. Oros de piedra que, en el crepúsculo, cuando los destellos labrados se apagan, se unen al abrazo de sombras y perfiles adecuando entornos que acogen con mimo el tenue deambular de las imágenes.
Y ahí está ese otro gran tesoro que salió de manos únicas para crear la ternura en el rostro de nuestras vírgenes o en esos crucificados que trasmiten la gran magnitud del arte, cuando, a través del pulso firme, los grandes escultores, logran captar ese abandono que nos sitúa en la Jerusalén ciudadana, sobre un Gólgota inimaginable, que se alza como promesa de hermosura junto a la egregia voz de la Salamanca eterna.
Acaso ¿podría sustituirse nuestra excelsa Madre, en esas representaciones irrepetibles como las de la Piedad, Soledad o las Señoras del Dolor, una seráfica y la otra veracrucense? ¿Podríamos admitir que encontraríamos mejores tallas que las del Cristo crucificado de las Catedrales o el Emperador de las Bernardas, sin olvidar al rey Rey de los Arrabales o el Varón de Dolores que en la noche del miércoles incendia con su belleza los espacios salmantinos…?, ¿y El Nazareno de San Julián?, ¿y…
Lo tenemos todo, todo para diseñar un nuevo proyecto común que nos permita mirar más allá de nuestra propia cofradía, hasta formar ese lío que estoy seguro algún día alguien pondrá en marcha. Salamanca se merece esa otra Semana de Pasión, con la que muchos soñamos.
El problema, el gran problema, es que estamos tranquilos con lo que hemos logrado (que es mucho) sin valorar lo que puso en nuestras manos la historia y quienes nos precedieron. Sin darnos cuenta de que podríamos ser referencia, cuando hemos vuelto a demostrar que no somos capaces de organizarnos como se merece nuestra Semana Santa y todo lo que representan nuestras cofradías en las calles.
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