miércoles, 15 de junio de 2022

Cuando la prepotencia se disfraza de relación fraterna

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 Charo Martín Fraile

Cofrade de la Hermandad Dominicana | Foto: Pablo de la Peña
15-06-2022

Estando ya inmersos en el mes dedicado a María. Sí, esa Madre Gloriosa a la que en este mes de las flores dedicamos especiales momentos para venerarla. Y desde la distancia del mes de Pasión, nos acercamos a ella para reconocerla como Madre nuestra, encomendándonos especialmente a su protección con novenarios, triduos y procesiones. Es decir, con toda suerte de elementos rogatorios que en este mes de mayo, especialmente, tenemos a nuestro alcance.

Pues estando en esta tesitura, recibo un correo convocándome al Cabildo de Iniciativas de mi Hermandad Dominicana. Inmediatamente me pongo en situación y me dispongo a leer el orden del día para hacerme una idea de cómo se va retomando la vida de hermandad después de los años pasados, donde toda iniciativa era «evaluada en su realización» por los administradores eclesiásticos de la misma.

Tras leer atentamente los diferentes puntos a tratar, me detengo en el que hace el cuarto en su orden: «Iniciativas (*)»; busco en el pie de página el contenido de la llamada con el asterisco y leo: «Los hermanos que deseen presentar iniciativas tendrán de plazo hasta el día…, antes de la celebración de dicho cabildo».

Entiendo que, por ser un hábito utilizado anteriormente en esta hermandad, lo que se pretende es cribar por parte de la junta de gobierno el contenido de las iniciativas a presentar. Inmediatamente me veo en la necesidad de consultar las Reglas de la Hermandad para ver cuáles son los criterios con los que esa junta de gobierno «cribará» las iniciativas presentadas por los hermanos en el ejercicio de su derecho como tales. Así, la regla 70, que regula los cabildos de Evaluación e Iniciativas, dice, entre otras cosas: «…presentando cualquier hermano aquellas que considere oportunas, debatiéndose las mismas y aprobándose lo que proceda». De esto deduzco, inmediatamente, que ninguna instancia, unipersonal o colegiada, puede establecer normas complementarias que vulneren las Reglas generales aprobadas por el Cabildo General, órgano supremo de la hermandad, ya que la junta de gobierno es únicamente el órgano ejecutivo de dicho Cabildo. Y me queda meridianamente claro que el lugar donde se deben presentar todas las iniciativas es el propio Cabildo de Iniciativas, según el punto cuarto de su orden del día, y en el lugar y hora en que se celebre dicha reunión, para la que los hermanos han sido debidamente convocados. Es más, consultado nuevamente el texto de las Reglas, encuentro que la número 75 dice que «…es donde se podrán debatir y votar todas las cuestiones incluidas en el orden del día».

Llegado el día señalado, y ya durante la realización de la reunión, se produjo la negativa del hermano mayor a admitir una iniciativa presentada en ese momento, desestimándola e impidiendo su exposición y argumentación, no fuera a ser que estas fueran razonables y fundamentadas, y eso concluyese en que la votación en el pleno hiciera que dicha propuesta fuese aceptada por una mayoría suficiente de hermanos y la junta de gobierno se viera obligada a aplicar el acuerdo alcanzado, sin antes haber sido evaluado por la propia junta, para decidir si les era conveniente o no su aplicación.

Esto no es lo que esperaban muchos hermanos después de años de «intervención diocesana», como tampoco esperaban, mucho menos, que algunas personas que, con su comportamiento han abocado a la hermandad a esos años oscuros aún recientes, se erijan en protagonistas con el beneplácito de la propia junta de gobierno y pretendan cambiar puntos básicos fundacionales de esa hermandad, enmascarando sus contenidos bajo puntos del orden del día tan genéricos como «Iniciativas (*)» a los que, cuando menos, se les puede achacar una gran opacidad en su redacción, por ser cuestiones estas tan importantes como para que los hermanos las conozcan de antemano, puedan ser debatidas con criterio y sin precipitación y consensuar la conveniencia o no de aplicarlas, con su participación en el cabildo. Pero, eso sí, siempre con transparencia en los planteamientos y sopesando cada uno el sentido de su voto para evitar sentimientos de imposición y erradicando posibles discrepancias por sensaciones de indefensión que nunca han traído, ni traerán, nada bueno a esta cofradía.

Por eso concluyo que para conseguir entendimiento fraterno hay que dejar la prepotencia y la soberbia bien guardadas, sustituirlas por un trato más cercano y moderado en las reacciones, y, seguramente así, con estas premisas, seremos la Hermandad Dominicana que la mayoría de sus hermanos ansiamos.

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