lunes, 17 de octubre de 2022

A espadazos

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Paco Gómez

El barquillero. Preámbulo de la procesión | Foto: Pablo de la Peña
 17-10-2022

Los iconoclastas hicieron muchas másestatuas
de las que destruyeron
(G.K. Chesterton)
 

Lo fundamental es la riña. Y la indignación. Conviene siempre alinearse en dos bandos y proclamar aquello de que al enemigo, si es posible, ni agua. Es la sociedad que tenemos y que nos recuerda cada poco tiempo cualquier episodio de la actualidad, por pequeño, anecdótico o fútil que pueda parecer en un primer momento. Para muestra, la que se lio, seguro que se acuerdan, con la toma de posesión de Gustavo Petro como presidente de Colombia, la presencia del (supuesto) sable de Simón Bolívar y el (supuesto) desaire del rey de España.

Podríamos enredarnos en el contexto, detalles y matices, todo lo que quieran. Qué significa exactamente en clave interna el salirse con la suya de Petro parando la ceremonia de investidura durante tres cuartos de hora para que se cumpliera así su primera voluntad como presidente y se le trajera la espada que le había negado para ese fin Duque, su predecesor‒ y qué significa en clave externa la actitud del jefe del Estado (cuyos actos deben ser refrendados por el Gobierno) ante un cambio en el protocolo previsto en un acto en el que, no está de más recordarlo, mostró el respeto debido a los símbolos democráticos del país.

Podríamos, pero básicamente está todo dicho. Es bastante más interesante meditar sobre todo el simbolismo que encierra, ya mirando solo dentro de nuestras fronteras, el frustrado intento veraniego de construir con este pobre material un escándalo apocalíptico.

Porque resulta que, de repente, parecía el colmo de lo intolerable que alguien permaneciera sentando ¡ante una espada! Que sí, la espada del caudillo de la independencia. El libertador, el padre de Iberoamérica... todo lo que se quiera (no es objeto del artículo debatir sobre sus luces y sombras) pero, al fin y al cabo, la espada de un militar.

Décadas llevan advirtiendo los filósofos de que la crisis de creencias religiosas ha provocado un fenómeno de traslación, una suerte de «fe sustitutiva» que eleva a categoría religiosa y trascendente cuestiones que van desde el pensamiento político (a menudo un oxímoron si nos fijamos en lo que ocurre en los extremos de los bandos), al equipo de fútbol o al objeto más insospechado.

En su demoledor La masa enfurecida (Península, 2020), Douglas Murray sostiene que «durante el último cuarto de siglo, todos los grandes relatos se han venido abajo. Poco a poco, todos estos relatos han sido refutados, se han vuelto impopulares o se han convertido en algo imposible de defender», pero, lógicamente, nuestra sociedad no va a ser la primera que viva sin preguntarse por el sentido de nuestra presencia en el mundo, aunque esta vez la respuesta «ha consistido en entablar nuevas batallas, emprender campañas cada vez más feroces y plantear exigencias cada vez más sectoriales».

No parece casual que la mayor indignación ante el episodio de la espada de Bolívar provenga de esas filas que hacen mofa de tradiciones como la Semana Santa (¡ya estáis con los muñecos!) o que muestran la más absoluta irreverencia ante los fundamentos de una fe, imagino, tan respetable como cualquiera en tanto que inserta perfectamente en el marco de la democracia.

Molesta que se «ocupen las calles» con procesiones, que se «gaste dinero» en restaurar tallas centenarias o en una promoción que beneficia sobre todo al tejido económico de sus ciudades, que se reflexione espiritualmente sobre la muerte, pero se exige el más pudoroso respeto ante un sable. Tan cargado de mitología y de dudas como cualquier reliquia. Cuando en pleno centenario del nacimiento de Teresa de Jesús una delegación de la comisión interinstitucional le llevó al papa, en una recepción en Roma, el bastón de la Santa, avasallado por los gritos de la multitud en San Pedro, Francisco tardó en entender lo que le explicaban. Al fin se acercó, tomó el bastón de manos de la consejera de Cultura y compartió su extrañeza: «¿Y la vieja andaba con esto?».

 

 

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