viernes, 30 de marzo de 2018

Fraternidad procesional

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Félix Torres

La Piedad, en el interior de San Esteban junto al resto de pasos de la Hermandad Dominicana antes de la procesión

30 de marzo de 2018

2018 será recordado en nuestra Semana Santa porque se produjo un hecho sin precedentes. Porque hoy, Viernes Santo, cuando estas letras vean la luz artificial de nuestras pantallas, la imagen de Nuestra Señora de los Dolores habrá realizado su salida desde el templo de San Esteban en la procesión de la Hermandad Dominicana por primera vez en los setenta y cuatro años de historia de esta hermandad, pues no existen antecedentes aunque se intentase en varias ocasiones ya desde los primeros años de andadura de la hermandad.

También es posible que hoy –y seguramente desde hace días– los restos de don Aniceto de Castro, quien fuese canónigo magistral de nuestro cabildo en aquellos tiempos en que el bullicio fundador dio lugar a la creación de la Hermandad Dominicana, anden algo revueltos en su sagrado reposo. Y saco esto a colación porque, en su condición de canónigo, don Aniceto era en aquellos años el único patrono al cuidado de la Fundación para la Pía Memoria de Juan Manuel García Serrano –propietaria de la imagen–, por lo que todos los trámites relacionados con la Piedad tenían que pasar su filtro. Y, por lo que se extrae de la correspondencia mantenida entre unos y otro, este era poco proclive a cederla para procesiones y mucho menos para que pernoctase en templos que no fuesen el suyo propio.

Ya desde el primer momento y sabiendo los "condicionantes", la hermandad solicitó que la salida de la imagen tuviera lugar desde la catedral y solo a la hora de la procesión, pues era su fin el de atraer la devoción hacia ella y, por tanto, fomentar el culto a la imagen en su santa capilla de la catedral. 

A partir de aquí, alternancia de salidas y negativas para que la Piedad formase parte de la procesión, con tensiones más que evidentes entre los miembros de la junta de gobierno y los responsables de la Fundación para la Pía Memoria.

En todo caso, y una vez estabilizada la situación, desde los primeros cincuenta del pasado siglo, la salida de la imagen era autorizada cada año… pero siempre desde su capilla catedralicia.

Hoy, como hemos podido comprobar, tras setenta y dos años haciéndolo desde la seo (no lo hizo en los años 45 y 46), se ha roto esta tradición primigenia y la Piedad ha salido en procesión desde el templo dominico con todos los parabienes del cabildo catedral y de la comunidad de San Esteban.

El argumento de quienes dirigen los pasos de la hermandad es que con ello se propicia la unión fraternal de todos los miembros y que esta medida ayudará en gran manera a alcanzar este anhelado propósito. Buena es la intención, pero no parece este el mejor primer paso a dar para propiciar la fraternidad, que antes de mover santos hay que mover personas. Así, el propósito no deja de ser, o parecer al menos, más que una disculpa para dejar en la memoria histórica esta novedad procesional.

Quizá hubiera sido mejor comenzar por acercar a unos y otros –en caso necesario–, con humildad, agachando la cabeza en muchos casos y renunciando a condicionantes previos más que arraigados, dialogar, ceder y confraternizar, aunque estas actitudes requieran un esfuerzo mayor, con renuncia a posiciones muchas veces enconadas. Quizá hubiera sido mejor dejar esta innovación para la celebración del septuagésimo quinto aniversario fundacional de la hermandad, que así no hubieran sido necesarias justificaciones más allá de la propia celebración. 

Porque de nada sirven frases bienintencionadas, si el sentimiento va en contra del objetivo. Si se duda de la sinceridad de la junta de gobierno o se tacha a aquellos hermanos que optaron por el color rojo en su capirote de separatistas o de formar un grupo de presión [sic], el hecho de que la imagen salga de uno u otro lugar no es sino preferir la estética a la ética. No son estas las formas de favorecer la unión fraterna, aunque el resultado sea una estética pero engañosa foto pública. Hace falta un mayor compromiso y, sobre todo, buena voluntad, dejando posturas soberbias a un lado, por ambas partes, para que el sentimiento de hermandad sea verdadero, más allá de medallas o colores de los capirotes.


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