"Teníamos en Tenebrón unas andas azul cielo que cada año pesaban menos por el trabajo de las termitas" | Foto: P. de la Peña |
28 de marzo de 2018
Teníamos en la parroquia de Tenebrón unas andas azul cielo que cada año pesaban menos por el trabajo ímprobo de las termitas. Hay tres procesiones en mi pueblo, San Isidro, San Ceferino y la Virgen de la Soledad el Viernes Santo. Procesionar las tres imágenes era relativamente sencillo porque, como digo, cada año pesaban menos.
Hace unos años, a Sidro –Isidro– le tocó la Lotería de Navidad y, como era el único del pueblo que tenía el nombre del patrón chico, decidió regalarle a la parroquia unas andas nuevas hechas de madera noble. Preciosas y pesadas.
Una de las tres procesiones está en riesgo de desaparecer en Tenebrón por el peso de las andas. Y no me refiero a las de los patronos. Es a la de la Virgen de la Soledad, cuyo acompañamiento es femenino y de avanzada edad.
Ellas ya no pueden coger uno de los cuatro brazos de las andas y es la única procesión que se vive en Tenebrón en Semana Santa. Los cantos que arropan la imagen son viejos y apagados, como el cortejo. Canciones cuyas letras refieren al dolor de la Madre, que enlutada se balancea al ritmo de los pasos de brazos jóvenes, cada vez menos, por lo que la procesión se acorta cada año.
Soy uno de los brazos que lleva años sacando a la Virgen de la Soledad, que en mi pueblo también es la Virgen del Rosario, no por devoción, más bien por consideración hacia mis mayores.
No hay cofradía en Tenebrón, todo el que vaya el Viernes Santo será bien recibido, sobre todo si tiene intención de probar el peso de las andas.
El acto se asemeja mucho al acompañamiento que se hace a los familiares que acaban de perder a un ser querido. Entramos en la iglesia en silencio. Durante unos minutos, en lo que nos acomodamos, hay murmullo, hasta que una voz comienza a rezar el rosario. En uno de los misterios, perdonadme porque no sé en cuál, arropamos a la imagen en su dolor y salimos en procesión, para que los vecinos que lo deseen le den el pésame por la muerte de su hijo. No suele salir nadie, pero año tras año, insistimos en recorrer el pueblo.
Al volver a la iglesia y dejar la imagen, como ocurre en los velatorios, siempre hay alguna anécdota, saludo, abrazo que se regala en el portalillo, porque por lo general, hace mucho tiempo que no te encuentras con los ojos de aquellos que un día, como yo, nos fuimos del pueblo y solo volvemos en fechas señaladas, como cuando muere un vecino y deseas abrazar a sus allegados.
Precioso
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