lunes, 29 de marzo de 2021

La verde cruz de los azules

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 Tomás González Blázquez 


El Cristo sobre la cruz verde en la capilla de la Vera Cruz | Foto: José Luis Ramos

29-03-2021

 

¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
 

Jesús, ese peso dulce, apenas pesa nada en la noche del Lunes Santo de Salamanca cuando acaricias con tus guantes blancos la corteza verde del dulce árbol que lo sostiene. Desde este lugar, que imagino con la fuerza nítida de los recuerdos, la procesión del Cristo de los Doctrinos entronca con la historia, y entonces el tronco abrupto de duro corazón y fibra inerte ya se ha ablandado, como en un injerto de vida en muerte, de verdad en tinieblas, de amor extremo en la nada que la noche podía parecer.

La cruz verde del pequeño Cristo preludia la del gran Cristo elevado y rotundo, tan alto en su serenidad, exaltación que atrae a todos hacia él, hacia su entrega definitiva. Sin embargo, este otro se muestra cercano, a la altura de los ojos, abarcable con las manos, y viene a señalar ese mismo sacrificio de Dios que quiso sufrirlo en la débil carne de hombre. Portado por un cofrade con su azul capuchón y escoltado por la Palabra de Dios enmarcada en la plata de las sacras, en medio de un cortejo procesional, este Cristo de la cruz verde nos lleva más allá, hasta evocarnos su antigua presencia en los entierros de los hermanos de la cofradía y su actual utilización en la adoración de la Cruz propia de la liturgia del Viernes Santo. Cristo que acompaña hasta el final, en la esperanza de la vida eterna, y que es adorado, porque al nombre de Jesús toda rodilla se dobla.

Fue en 1870, a raíz de un nuevo reglamento en la Vera Cruz, cuando los miembros de la Hermandad de Paso que llevaban el pendón, los ciriales y el Santo Cristo fueron admitidos en la Cofradía de los Hermanos Diputados. Por entonces, el portador del Santo Cristo era Bartolomé Fraile. Informa el libro de hermanos que murió el 4 de diciembre de 1895, «y se le hicieron los funerales de reglamento». A su sucesor le tocaría llevar en el sepelio el Santo Cristo en la verde cruz: Tú, solo entre los árboles crecido, para tender a Cristo en tu regazo. Ese día fue Cristo el que, seguimos rezando por ello, acogería a Bartolomé en el suyo.

Desde entonces, muchos cofrades habremos tenido el honor de abrazarnos a esa cruz verde para enarbolarla, y muchos más se han arrodillado ante ella y la han besado con profunda adoración cada Viernes Santo. Últimamente, mostrada por nuestro querido capellán don Pedro; antes, por el recordado don Luciano, el capellán de las Esclavas, que iba desvelándola y entonando la aclamación Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la Salvación del mundo. Primero un brazo al descubierto, con su palma de la mano atravesada. Dulces clavos. Luego, el otro. Finalmente ya se ve a Cristo, es el que ha salido el Lunes a las calles y que el Viernes permanecerá junto al altar desnudo mientras la cofradía anuncia la muerte del Señor antes de que llegue el tiempo oportuno y cierto de proclamar su resurrección.

En este 2021, un Lunes Santo sin procesión del Cristo de los Doctrinos y de la antigua Soledad que no oculta su amargura al seguirle, todas las insignias, todos los pasos, todos los atributos, quedarán concentrados sobre el altar de la Capilla de la Vera Cruz: los ojos fijos en la custodia. Lo fundamental no cambia: una comunidad de cristianos reunida en oración ante su Señor. No en la Catedral después de haber desfilado en procesión sino en su histórico templo. No todos a la vez, sino sucediéndose los turnos, pero siempre en adoración ante la Eucaristía. No en las calles esta noche, pero sin haber renunciado a intentar compartir en un año tan complejo la expresión de la fe en la plaza pública, que nos es propia, que sigue siendo necesaria y que también forma parte de la esencia cristiana y cofrade.

Jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en flor y en fruto, aclamamos con el himno a la Cruz fiel, árbol único en nobleza. La verde cruz de los azules, que este año no anunciará la inminente llegada del Cristo de los Doctrinos, sigue siendo la hoja que nos recuerda que la vida resucita por primavera al llegar la Pascua, la flor que alegra nuestros días y perfuma nuestras soledades, y el fruto nutritivo y sabroso de la Verdad que se ha encarnado, ha extendido sus brazos y nos ha dado para siempre la victoria.

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