lunes, 8 de marzo de 2021

Mugidos

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Álex J. García Montero

Capote de Morante junto al Jesús del Gran Poder en la capilla de Las Ventas
08-03-2021

 

Hoy es otro día del mugido. Sin más. Nos hemos acostumbrado a que cada día, a la española, sería el día de la marmota yanqui, pero con lo castizo de nuestra idiosincrasia ibérica. Se van sucediendo los mugidos como el toro manso en la plaza, que desde que pisa el ruedo, suplica no por su vida, sino por continuar el sesteo del campo en la antesala de la pelea. También como los emitidos por las vacas que sólo piden comer a cambio de que les extraigan la leche de sus generosas ubres cada vez más mermadas.

Mugidos como los que sueltan nuestros «expertos», esos que hablan de todo sin saber del mundo de los demás.

Hoy se concentrarán los partidarios de la gobierna (no confundir con la ilustre veleta de nuestra vecina, hermana y leonesa ciudad de Zamora) para señalarnos que el virus es el bicho más inteligente del mundo. No se contagia en espacios multitudinarios si reseña, cual veedor de campo, un día específico en el calendario; pero contagia (y mucho, por lo visto) en espacios abiertos antaño considerados sagrados como plazas de toros y templos. Tenemos un bicho manso y bravo a la vez. Mansazo y cabrón con los que tejen sueños de alharacas, sedas y brocados, y bravo y noble con los que agitan pañuelos morados o rojos. Casualidades del destino.

Resulta que antaño, las fiestas eran fiestas y se celebraban para conmemorar algo sagrado. Ahora las hemos sustituido por el «Día de…». No niego que hoy sea importante el recordar a la mujer (mujer con mayúsculas y con esencia femenina), no con una equiparación impostada de lo varonil en la mujer). No niego que el mundo del toro y de la Semana Santa han sido y siguen siendo tremendamente machistas (siempre guardo una admiración inusitada por Cristina Sánchez), pero la naturalidad de ambos ámbitos ha sabido superar con creces los diversos exabruptos vertidos hacia nuestras inseparables compañeras de viaje, destino y convivencia.

La dictadura de la cotidianidad explica cómo poco a poco hemos acabado con lo sagrado. Lo sagrado por definición (separado), tiene lugar pocas veces en la vida de una persona, pero con una intensidad mistérica enorme. Lo profano, se manifiesta en cada momento del día. Por ello, cuando hay y ha habido fiestas y celebraciones, los fastos eran algo momentáneo y, por ende, altamente esperados. Cuando hemos inserto fastos repetidos en la vida cotidiana, los hemos postergado al olvido. Porque un fasto, una celebración es un sacramento de la vida, y cuando lo repites hasta la saciedad, como suele pasar con el sentido de las fechas civiles o laicas, cualquier día pierde todo el sentido si es impuesto por la violencia (física, verbal, informativa, cognitiva…). Algo así pasa con el día de hoy (el 8-M), que ya sucedió con el 1 de Mayo (y aquí no me refiero ni al de San José ni al de Chamberí). «Saturante», si existe el palabro.

Porque si bien es verdad que ponerse debajo de un paso de Semana Santa es arriesgado, hasta donde yo sé, los cofrades habíamos decidido suspender cualquier acto público por evitar la concentración masiva de personas deseosas de recuperar la espiritualidad perdida. Y hete aquí, que don Simón, el brick pandémico, mugió como el manso que aguarda zafado un despiste del matador para cuanto menos desarmarlo y cuanto más herirlo zafiamente. Y nos metió la cornada como un Igeta de cara más seria, pero de mansedad apabullante.

Por ello, tal vez, sea suficiente replantear salidas (no procesiones) con una comitiva muy reducida (presidente o hermano mayor, secretario, estandarte) junto con un hermano que lleve en un cuadro la imagen titular de la hermandad, haciendo su recorrido habitual, manteniendo en todo momento las distancias y las medidas eficaces para la prevención del bicho, dentro del toque de queda. Así evitaríamos actos en el interior de los templos a todas luces insuficientes y con bastante más riesgo vírico sanitario. De este modo lo hicieron en Cataluña (en circunstancias muy distintas a las actuales) y salió a la calle la Hermandad 15+1 de L´Hospitalet de Llobregat. Ya pasan de cuarenta y cuatro años desde que se enfrentaron a la dictadura silente del extendido virus del nacionalismo eclesiástico y civil. De este modo recuperaríamos un espacio sagrado que nunca debimos perder y, además, tendríamos la experiencia previa de todos los (y las, y les, y lis, y lus) que han festejado bacanales laicas y laicistas en las semanas previas, como la que se prevé en el día de hoy.

En los toros como en la Semana Santa, siempre habrá mansos dispuestos a cornear. Pero hay una diferencia: en los toros se les silba. Aquí les aplaudimos y lo que es peor, afilamos con nuestras manos las puntas de los pitones de mansos (muy mitrados en sus formas) para que, en el caso de herir, profundicen mejor en safenas y femorales tullidas, destrozadas y carcomidas por las cornás de lo políticamente correcto.

Feliz Semana Santa. Interior o exterior. Semana Santa, al fin y al cabo. Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, salvador de la humanidad. Más calle sabiendo callar, pues el silencio activo es la mejor arma frente al ruido. Distancias con respeto, mascarilla con rigor y vacuna a discreción.

Sí, soy firme defensor de la vacuna como solución sanitaria en todos los ámbitos sociales. Pero de eso hablaré más adelante.


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